sábado, 29 de diciembre de 2007

Cada uno felicita el año nuevo como mejor sabe (o puede)

Como no sé si iré muy de culo estos días hasta fin de año entre comidas, reencuentros, preparativos, fiestas y demás vida social y aprovechando que acabo de ver Mujercitas con mi madre (tradición tradición) y me encuentro un poco ñoño, aquí me adelanto yo y os dejo mi felicitación particular para el próximo año. Que el 2008 sea tan bueno que no lo olvidemos.

viernes, 28 de diciembre de 2007

Yo me documento, tú te documentas II

Yo creo que esta cita puede resumir perfectamente todo el rollo que os eché en la entrada anterior acerca de la documentación. La de tecleo que me habría ahorrado:

Leer novelas es una experiencia fundamentalmente emocional. En la asignatura Literatura inglesa IV. La novela americana desde 1800 a 1865 el profesor te obliga a localizar todos los símbolos y a aprenderte todas las referencias históricas, a buscar todas las alusiones metaliterarias, a diferenciar los matices filosóficos, a predecir las implicaciones sociológicas , a desentrañar las ramificaciones existenciales. Este tipo de tontería ha destruido a muchos escritores así como también a muchos lectores.

El objetivo primordial de la lectura de una novela es experimentar a nivel emocional las vidas de los personajes. Te ríes con ellos, sufres con ellos, lloras con ellos. Tu principal tarea como novelista es conmover a tu lector.

James N. Frey
How to write a Damn Good Novel
(Traducción cutre por mí)


(Y dejémonos de chorradas)

Está bastante claro, ¿no? Gracias a no investigar oficialmente, acabé investigando acerca de lo que realmente quería investigar. Pero ahora dejad de perder el tiempo leyendo este blog, y pasaos por el de Adhara, porque su última entrada es para enmarcarla. Y, sobre todo, para seguirla a pies juntillas.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

El cuestionario de fin de año

Lo he visto en el blog de Adhara y, envidioso que soy como sabéis, pues no he podido resistirme. Lo he ido modificando un poco sobre el suyo, que ya va modificado, e invito a todo el que quiera a que lo haga, a ver qué descubrimos.

¿Este año has escrito más de lo que esperabas, menos de lo que esperabas o lo que esperabas?

Yo creo que más que en cantidad, el 2007 puede medirse como el año en el que me hice un hábito a la hora de escribir, que es casi más importante que la cantidad de palabras que escribas. Ya no soy capaz de estar sin hacerlo y me pongo de mal humor (leer posts anteriores para ratificarlo) si no lo hago, así que puedo estar contento. Por lo demás, en el 2007 escribí Tormenta de verano y comencé Equilátero, con el que además me hice un NaNo. He escrito bastantes cuentos y microrrelatos y creo que he mejorado bastante, no en técnica, sino en conciencia, así que puedo darme por satisfecho al menos en este campo.

¿Qué fue lo que más escribiste ?

Pues creo que al final Equilátero, que solo su primera parte es casi el doble que Tormenta de verano (y el doble de difícil también). Es decir, que entre todos los cuentos y microrrelatos(hoy me ha llegado la resolución del registro intelectual -e hice en junio la solicitud, ¡toma puntualidad!- y creo que han acabado siendo unas cuarenta páginas de cuentos) al final siempre gana la novela. Pero en todo. Es lo que más me gusta. Me estresa mucho escribir cuentos. Me agobia. Cuando escribo un cuento tengo la sensación de que tengo que ser genial en cada palabra, en cada lína, que tiene que ser redondo, que no puede faltar ni sobrar absolutamente nada, así que, claro, al final acabo estresado perdido.

¿Sobre qué escribiste que no hubieras imaginado?

Yo creo que se lleva la palma Dick Rowe, el protagonista de un Tonto de capirote, que fue una idea que se me ocurrió a bote pronto y que tuve que vomitar en seguida porque tenía la sensación de que se me iba a perder si no lo hacía. Qué bien que lo hice. O quizá la propia Equilátero, que era una historia que llevaba fraguándose en mi cabeza desde el 99 y que había desechado por completo, por olvido, más que nada.

¿Cuál es tu historia preferida del año? No la más popular, sino la que más feliz te ha hecho.

Aunque CarPa lo terminara en el 2006, su corrección la terminé en el 2007 y todavía sigo encantado con ella. A pesar de haber escrito otra novela y media después, todavía sigo queriendo a sus personajes como el primer día. Y aun sigo echando de menos sus andanzas y peripecias. Incluso se me ha pasado por la cabeza una segunda parte (que llama a la puerta cada vez con más fuerza), así que CarPa sigue siendo lo que he escrito que más feliz me ha hecho.

¿Te has arriesgado escribiendo este año? ¿Qué has aprendido arriesgándote?

Yo creo que Equilátero en sí es un riesgo en sí mismo. No se parece en nada a lo que haya escrito antes y me está costando más de lo que esperaba. O no, porque me lo esperaba igualmente. Supongo que tendré que seguir con ella para seguir aprendiendo.

¿Tienes algún objetivo para el año que viene?

En principio dos. Terminar Equilátero antes de octubre y completar El Traficante de recuerdos. A ser posible durante el verano. Después de eso, los cuentos que surjan, aprender en el taller y, sobre todo, disfrutar. También espero que CarPa acabe publicándose en el 2008.

¿Del año 2007, cuál fue...

...tu historia preferida? Pues yo creo que la de Equilátero. Es lo suficientemente compleja (dentro de su sencillez y normalidad) para que me enganche, y me esté suponiendo un reto.

...tu mejor historia? Me debato entre Un tonto de capirote y Eterno Retorno. Aunque no debería ser yo quien lo juzgara. Dependiendo del día me gusta todo o lo quemaría todo.

...tu historia más menospreciada? Aunque al final haya acabado teniendo suerte y sigamos abriendo puertas, diré que CarPa. Jamás lo he pasado peor que cuando llamaba a las puertas de las editoriales en marzo o abril. Abril fue especialmente duro, de hecho. Creo que hasta perdí (más) pelo (de lo normal).

...tu historia más divertida? No sé si, de nuevo, Un tonto de capirote o Amor descabellado.

...la más decepcionante? Coincido con Adhara en que, a pesar de que yo crea que Equilátero es una buena idea y me esté gustando desarrollarla, tengo la sensación de que estaría mejor escrita por otras manos que no fueran las mías. Quizá me viene un poco grande. Ahora bien, no coincido con ella en absoluto acerca de lo que dice de su novela, 20millones3, que posiblemente sea de lo mejor que he leído este año.

...La más erótica? A mí me parece muy sexy Donde pertenezco, pero creo que se lleva la palma Eterno Retorno.

...el momento más erótico? Donde pertenezco por completo, claro.

...la más difícl de escribir? Equilátero. Me está costando sudor y lágrimas pero, de nuevo, a pesar de eso, me está encantando hacerlo. Aunque quizá más apropiado sería decir que me costó mucho escribir durante los meses de marzo y abril, con todo el horror de llamar a las puertas de editoriales y demás. Para mí fue una pesadilla, algún día le dedicaré una entrada más profunda acerca de lo que aprendí, pero una cosa está clara: desde que tengo agente soy mucho, mucho más feliz.

...la que más cosas ha contado sin querer? Aun a riesgo de repetirme... ¿Equilátero?

Bueno, yo ya me he dejado las vísceras en esto ¿quién se anima? ¿Quién quiere recoger el testigo?

lunes, 17 de diciembre de 2007

Yo me documento, tú te documentas I

Lo reconozco, lo admito, lo confieso, lo proclamo a los cuatro vientos: me documento. Me encanta documentarme. Es un vicio, una pasión, es... como un toro (que diría el Jesulín de los guiñoles que tanta gracia me hacía y del que ya no se acordará nadie)

Me gusta documentarme, pero no solo para tener claras ciertas cosas acerca de mi historia, o de su entorno y su trasfondo, no. Para mí es muy importante la forma de la novela-cuento-relato-cosa que esté escribiendo en ese momento y por eso también acabo documentándome acerca de la propia literatura.

De alguna manera, esa metaliteratura fue una de las razones por las que el primer día de carrera decidí que derecho no era lo mío y que, como yo siempre había dicho y no me habían dejado escoger en su momento, lo mío era una filología. La inglesa, para ser exactos, porque aquí va otra confesión que seguramente dará para otra entrada: las letras españolas y Fer han estado reñidos desde siempre (menudo titular, ¿eh?)

Pues sí, por muy pedante que suene y por muy a Tamara Falcó que parezca la próxima afirmación, siempre he adorado la metaliteratura. Y de tanto que la adoraba (porque esto de la adoración ya venía de antes y por tanto pasó por muchas fases) acabé aborreciéndola. Pero no tuvo ella la culpa, no. En absoluto. La culpa la tuvieron mis asignaturas preferidas de la carrera: crítica literaria y sus respectivos comentarios de texto.

Siempre he tenido una mente analítica. Me encantaba analizar oraciones en el instituto porque era fácil. Me gustaba saber por qué queríamos decir lo que queríamos decir y cómo cambiaba nuestro mensaje si no sabíamos exáctamente cómo enunciarlo. Pues en la carrera me pasaba igual, me encantaba comentar poemas, o textos o lo que fuera. No era difícil. Solo había que poner el piloto automático y buscar figuras. Y era fácil. Por eso eran mis asignaturas preferidas, a ver qué os ibais a pensar, ¿que era porque, oh dios mío, adoro la metaliteratura? (ahora suena una bocina, como en un concurso de la tele)

No, para qué nos vamos a engañar. Me gustaba porque eran fáciles para mí. Normalmente los textos no tenían secretos y era capaz de descubrir hasta lo de la callejina. Y hasta ahí bien, pero me quedaba seco. Era como si me quedara a medias. Yo me preguntaba que tenía que haber algo más que lo que yo decía, que tenía que haber alguna razón detrás por las que ese texto tenía esas formas o ese autor utilizaba esas figuras y no otras. Y ni los libros ni los profesores me daban las respuestas. Era un coñazo, la verdad, porque yo sabía lo que había pero no me solucionaba nada. ¿Qué más me daba lo que hubiera? Quiero decir, ¿acaso saberlo o no saberlo me hacía disfrutar más o menos de su lectura?

¡Aha! Porque ahí estaba la clave, señoras y señores, yo podía saber mucho de crítica literaria y de análisis de textos y reducirte uno de ellos a la mínima expresión con colorines, fluorescentes y rayitas. ¿Pero eso te ayudaba? ¿Eso hacía que lo disfrutaras más? Es más, ¿era esa realmente la intención del autor al escribirlo? ¿Que yo fuera con mi lupa palabra por palabra, verso por verso, encabalgamiento por encabalgamiento? Me temo que no.

Cuando empecé la carrera yo era un idealista que pensaba que, haciéndola, disfrutaría más de la lectura, que descubriría, no sé, algo. Y no lo hice, no. Bueno, miento, sí que lo hice. Lo único que descubrí era que me aburría soberanamente. Leí muchos libros, sí. Algunos me gustaron, otros los guardé directamente en la caja de los "coñazos insoportables que ni siqiuera sirven para sostener una mesa". Y no aprendí. No.

Lo mismo me pasó con mi frustrada carrera de investigador. ¿De qué me servía a mí aprenderme todos los dobles sentidos de Shakespeare? ¿Acaso eso hacía mejor su obra? Que yo sepa, una obra de teatro tiene que tener un doble lenguaje, sí, pero no solo textual, sino que ese doble lenguaje se construye a través de la escena y el texto. ¿Acaso el doble sentido de algunas de sus palabras, que no eran más que fruto de la evolución que estaba sufriendo la lengua inglesa, y que puede que sí o puede que no sean dobles sentidos reales más que porque alguien lo haya dicho (toma frase y no he terminado, me quedo sin aliento) mejora su representación? ¿Contribuye al verdadero fin de esa obra de teatro que no es más que ser representada y producir la sensación que sea en el público que la esté viendo? Yo creo que no.

Dejé mi curso de doctorado antes de empezar la tesina cuando me preguntaron por qué investigaba antes de elegir la temática de la misma. ¿Por qué investigaba? (nuevo bocinazo) Pregunta errónea. Descubrí que, para mí, la pregunta no era por qué investigaba, sino para qué investigaba. Al fin y al cabo, si invertía tanto tiempo en algo, quería que le sirviera a alguien, empezando por mí mismo. No quería investigar porque sí, por el mero hecho de investigar. No le veía ningún sentido a eso con la cantidad de cosas que podemos hacer por nosotros mismos y por los demás y con lo fácil que es aprender hoy en día, sin la necesidad de meterte en un proyecto de investigación en el que, además, no encontrarás ninguna respuesta ni, lo más importante, ninguna solución a nada. Así que la dejé, claro. Mi carrera como investigador, al traste.

No fue hasta que me puse a documentarme para la novela que estoy escribiendo ahora cuando encontré la respuesta a mis preguntas. ¡Había gente que se había planteado las mismas cosas que yo! ¡Resulta que no era un iluso! ¡Había otra línea de investigación que sí se adaptaba a lo que yo buscaba cuando comencé la carrera!

Claro, que todo esto tendrá que esperar porque me he dejado en casa el libro del que quería citar. Pero, bueno, no desesperéis, al fin y al cabo, no era tan interesante. ¿O sí?

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Drama por los cuatro costados

Yo creo que para mí no hay mayor crisis que el aburrimiento.

Lo proclamo a los cuatro vientos: estoy aburrido. Y si yo me aburro, no puedo evitar pensar que aburro a los demás, y si aburro a los demás acabo cayendo en la crisis; y si caigo en la crisis (oh, drama drama drama) acabo aburriéndome porque no escribo, y si no escribo me da la sensación de que pasan los días sin que yo haga nada de provecho, de que paso por la vida de puntillas y acabo quedándome en el espectro gris de esta y me amargo porque no quiero ser gris.

Además estoy atascado (¡más drama!). No preocuparse, que diría mi abuela, que voy al water regularmente (las enseñanzas de José Coronado nunca fueron más útiles). Estoy atascado de verdad, sí. O a lo mejor voy cuesta abajo y sin frenos, no lo sé, porque dependiendo de la hora tengo una sensación u otra. Uno que es así de esquizofrénico.

Estoy atascado o desfrenado porque ando trabajando en el esquema de la segunda parte de la novela que empecé en noviembre y lo único que veo son trabas por todos los lados. ¿Cómo coño voy a usar el jodido narrador que quiero usar, teóricamente un narrador testigo pero que quiero que acabe sabiendo más que un testigo porque fue personaje principal en la primera parte? (lioso, ¿eh?) No lo sé, pero quiero. ¿Qué papel tiene la chica en cuestión si casi durante toda la primera parte se dejó arrastrar por los acontecimientos y quedamos en que ya no lo haría pero vuelve a ser tan cansina y pava como en la primera parte? No lo sé, pero tengo la sensación de que hará algo importante. ¿Cómo? Ah, amigos, del cómo no tengo ni idea. ¿Por qué coño escribo de gente que se pasa el día haciéndose putadas si normalmentea me siento culpable si suspendo a un chaval o mato una mosca? (si mato una araña lo que me da es miedo, porque siempre imagino que vendrá la mamá de la susodicha a comerme mientras duermo) No lo sé, pero quiero hacerlo.

Lo que yo digo, o atascado o cuesta abajo y sin frenos porque no sé dónde acabará la cosa, ni siquiera sé si acabará y no me decidiré por guardar los apuntes en el congelador y pasar a otra cosa, mariposa (mariposa, que no araña). Y mientras tanto, mi agente no me llama.

Qué difícil es ser yo, que diría con acento argentino (más drama).

martes, 4 de diciembre de 2007

Ansiedad

Cuando no escribo me da ansiedad. Sí, sí, así como lo oís. Con todas las letritas: ansiedad. ¿Os imagináis qué bien quedaría esto en una cabecera de entrevista?

Fernando Alcalá: cuando no escribo me da ansiedad

Si es que me lo imagino y casi me entra un orgasmo del gusto.

Lo que pasa es que no queda ahí la cosa. Hay muchas razones por las que me da la ansiedad y me pongo de mala leche e irascible y mejor que no haya nadie cerca porque muerdo, vamos, que le meto un bocao a una esquina y hago un parking.

Supongo que como ocurre con todo hay chorropocientas razones por las que me entra esta ansiedad. Y supongo también que no son muy difíciles de adivinar las razones por las que me está entrando estos días.

La primera es fácil: tengo gripe. Uno nunca creerá saber los verdaderos efectos de una gripe hasta que cerca de veinte alumnos de primero de la ESO le hablen a la vez. La palabra aturdimiento ha cobrado sentido para mí esta mañana. También las palabras asesinato, muerte lenta, castración y demás lindezas que si alguien descubre en este blog, ahora que está tan de moda lo políticament correcto, seguro me manda de cabeza a los juzgados.

La segunda tampoco es difícil de deducir si leemos mi entrada anterior: Acabo de salir de un mes en el que he escrito 50000 palabras, así, sin anestesia ni nada. Si nos ponemos cursis y comparamos la escritura como una droga (que se lo digan a los románticos, que todavía no está muy claro si se drogaban antes o después de escribir), pues si he dejado de hacerlo de golpe, lo que tengo no es ansiedad, ni mono: lo que tengo es un gorila sentado sobre mis hombros que me quita los piojos de la cabeza y se los come. Se llama Panchito.

El resto no está tan claro porque puede que sean consecuencias de lo anterior: A veces (el escenario se oscurece y se enciende un foco que me ilumina directamente a mí. ¡Toma dramatismo!) señoras y señores, dudo de mí.

No sé si es un mecanismo de defensa, si me falta algún tornillo o si simplemente vine con ese defecto de fábrica, pero me es completamente imposible tomarme algo en serio. Ni siquiera me tomo en serio a mí mismo o a mi trabajo, así que mucho menos me tomo en serio algo que me aporta tanto placer como la escritura. ¡Si en cuanto me dejan solito enciendo el chip irónico y no dejo de echar pestes!

Cuando escribo o cuando me imagino como escritor (qué sencilla es esta palabra, escritor, que alude simplemente a alguien que escribe y punto y la de parafernalias con que la adornamos constantemente. A veces no sé si me queda demasiado grande o si es simplemente del tamaño que tiene que ser. Una talla S. Siempre una talla S, que uno tiene que guardar la línea) no logro verme de otra manera que jugando. Juego a escribir una novela, juego a escribir cuentos, juego a asistir a un taller literario, juego incluso a escribir este blog y codearme con la gente que lo lee... No logro tomarme en serio la escritura. Y eso suele estar bien, no creáis. Que me ayuda a quitarme muchos disgustos de encima.

Pero también tiene su consecuencia porque cuando uno está bajo de defensas como estoy ahora después de los esfuerzos físicos y emocionales del mes de noviembre, le da por pensar que a lo mejor no es más que un fiasco, que él no escribe con miles de libros alrededor, que tiene solo un par de diccionarios, que su estilo es más plano que el encefalograma de una patata y que sus historias no le interesan a nadie más que a él.

Por eso escribo, porque si no lo hago me da ansiedad. Dejarme a solas conmigo mismo es como poner, no sé, a Marujita Díaz y a Francisco Umbral (DEP) en Dónde estás corazón sin un Jaime Cantizano que les controle. Mi parte seria y mi parte no-seria se ponen a discutir y a mí me ponen de los nervios, así que acaba dándome la ansiedad y prefiero escribir y que estén ocupadas pensando (o haciendo amago de) y haciendo otra cosa que no discutiendo entre sí y volviéndome loco.

Si es que está claro, escribo porque si no me da ansiedad (qué psicólogo más barato que me he echado...) que la falta de ocupación es un mal mu malo, como diría mi abuela.

sábado, 1 de diciembre de 2007

NaNoWriMo 2007

El jueves por la tarde conseguí mi primer NaNoWriMo después de cuatro años intentándolo. ¿Que qué es el NaNoWriMo? Míralo por ti mismo:


¿Escribir 50000 palabras en treinta días? cuando la peor influencia del mundo (gracias, Adhara) me invitó a punta de pistola amablemente para que participara con aquel proyecto de novela que tenía desde hacía mil años pero con el que nunca me había puesto, mi primera reacción fue reírme. Sí, sí. A carcajada limpia. Yo. Una novela. En un mes. Sí, seguro. Y los monos bailarían claqué haciendo malabares con tartas mientras tanto.

Pero el caso es que lo hice. No llegué a las 50000 palabras y no gané aquel año, el 2004, pero llegué a las 30000 y aquello no hizo más que encender la mecha. Terminé al año siguiente la novela, era CarPa, y aquel mes en el que no pensé en otra cosa que en escribir fue uno de los más felices de mi vida. Si me vierais, tenía yo el cutis tan suave por la felicidad... Incluso a pesar de la falta de sexo, que había que emplear todos los esfuerzos en conseguirlo y cualquier distracción podía ser nefasta.

Nunca podré estarle más agradecido porque me hizo darme cuenta de que yo también podía hacerlo, que escribir solamente tenía un truco: ponerse a hacerlo, casi diría más, obligarse a sentarse a hacerlo. Y el NaNoWriMo te da la excusa perfecta.

Además escribir es algo un poco solitario. Al fin y al cabo, te sientas delante de la pantalla, o de las hojas del cuaderno e incluso te aíslas (como es mi caso) con los auriculares y la música (bueno, tengo que reconocer que a veces los tengo apagados, pero es la única manera que tengo de hacer como que no escucho a la gente que me habla en la sala de profesores del instituto mientras leo o escribo). ¡Pero no en noviembre! ¡En noviembre, tu abuela, tu primo, tu tío e incluso tu perro puede hacerlo! Podéis hacer guerras de palabras, podéis apostar a que el que no llegue a 17000 antes del sábado saldrá por la noche desnudo gritando por la calle. Podéis leeros mientras no escribís. Y todo eso lo haces sabiendo que miles, millones de personas alrededor del mundo lo están haciendo a la vez que tú.

Así que este año me lo propuse firmemente, llegué al 31 de octubre con mi esquema bien organizado. Sabía qué tenía que poner y adónde quería llegar. Solo tenía que ponerme. Y el día 1 a las 9 de la mañana lo hice. No paré hasta el día 29 por la tarde cuando llegué a 50133 palabras, justo en el final de la primera parte de mi novela. Justo como había planeado. Como diría Hannibal Smith, adoro que los planes salgan bien.

Claro que yo no iba a saber el desgaste emocional que iba a suponer eso, porque solo a mí se me ocurre hacer el NaNo con una novela contada desde tres puntos de vista que no va precisamente de buenos sentimientos ni de alegrías. La última tarde fue horrorosa, de hecho. Sabía que iba a conseguirlo. Al fin y al cabo tenía dos días por delante para poco menos de 3000 palabras, pero algo tuve que hacer mal porque aunque tenía clarísimo qué tenía que pasar era como si yo mismo o mis personajes se negaran a que pasara.

Quizá fue un poco de las dos cosas. En mi vida normalmente evito los conflictos y los enfrentamientos así que imagino que inconscientemente estaba alejando el que tenía que pasar durante la novela. Y quizá, por otra, porque en resumidas cuentas lo que creas durante un NaNo no es una novela sino un borrador, no había dibujado a mis tres personajes tan bien como había creido y por eso se sentían un poco reticentes a hacer lo que yo les estaba obligando a que hicieran.

Al final lo hicieron y di carpetazo con la primera parte de la novela, que por otra parte me ha encantado escribir, dejándome agotado, física y emocionalmente. Porque además las consecuencias de un NaNo también son otras: de pronto, así, de la noche a la mañana, solo por el hecho de que termina noviembre, te sientes como desamparado porque tu motivación para escribir cambia. Ya no se trata de escribir sin mirar atrás ni para coger impulso (¡y mucho menos para corregir! Eso se hace en diciembre) sino de escribir como lo has hecho siempre, y uno pierde un poco el norte.

Así que me encuentro ahora mismo en un mar de dudas porque me pican los dedos y necesito seguir haciéndolo, pero no sé si seguir con Equilátero (la novela en la que he trabajado durante noviembre) o si me pongo con la que pensaba ponerme durante el verano. Reflexionaré estos días y organizaré ideas (espero).

Aunque mientras tanto disfrutaré de la victoria: