viernes, 15 de octubre de 2010

No te cambia la vida

Me he levantado esta mañana con esa afirmación en la cabeza y no he dejado de darle vueltas en todo el día: "publicar no te cambia la vida". Lleva así, repitiéndose desde el desayuno, como un rurún incesante que ha hecho que se me removiera todo por dentro y que ciertos engranajes oxidados comenzaran a girar y a chirriar y a hacer ruido (¡que no cunda el pánico! No. No soy un robot. Es que mi cerebro hace ese ruido por falta de uso)

No te cambia la vida. Y es cierto. Creo que ahora mismo no hay verdad más grande que esa. Publicar no cambia tus gustos, ni tus rutinas. Tampoco a la gente a la que quieres ni lo que deseas hacer con tu día a día. Puede parecer bastante incoherente con toda la tralla que llevo dando estos últimos meses con la publicación de Ne obliviscaris y con la obsesión que ha supuesto para mí todo el proceso (no porque sea algo con lo que obsesionarse, no os preocupéis, porque es que yo me obsesiono con todo lo que emprendo debido a mi jodido afán de perfección congénito).

Tengo un libro. Es un sueño cumplido y no voy a negarlo. Pero de la emoción del principio (que era una cumbre) se van pasando por diversos estadíos hasta llegar, supongo, a un equilibrio. No sé, ni siquiera ha salido oficialmente la novela al mercado (sale durante esta semana... o la siguiente, no tengo la menor idea. Supongo que esto es lo que tiene lidiar con editoriales grandes) y ya me estoy planteando estas cosas.

La vida es la misma. Todo sigue igual. Y no es que me moleste. Al contrario: es lo que quiero. Eso no quita que no me preocupe por que la novela guste o no guste, por que llegue a las librerías, por que sea visible, por que se reseñe... yo qué sé... por que ocurra lo mejor que pueda ocurrir. Es normal. Es humano. Soy humano. Pero al mismo tiempo, me cansa, me agota, me exaspera mi entrega.

Suelo jactarme de que soy un tipo bastante práctico. Y lo soy. Pero, al mismo tiempo, con todo esto de la escritura me vuelvo demasiado pasional. Y no es que me moleste, al contrario, es necesaria la pasión y me encanta. Pero, de nuevo, bienvenidas sean las contradicciones, porque me molesta serlo. Me molesta que me preocupe algo que no puedo controlar. Me molesta que haya veces en las que me importe tanto.

Hoy ha llegado un momento en el que me he hartado de mí mismo y de mi novela. En serio. Y entonces he encontrado la paz: No te cambia la vida. Ni quiero que lo haga, porque lo de escribir es un rasgo más de todos los que me definen y lo de publicar, al final, por mucho que se desee, es algo completamente secundario. Sí, satisface cuando te dan la noticia. Supongo que satisfará cuando me comenten algo mis futuros lectores, pero ahora mismo no sé si esto no es más que un culto egocéntrico y masturbatorio que algo que sea realmente un derivado de la escritura. 

Y entonces, ahora, después de irme a beber un vaso de agua (es que he hecho una pausa porque, la verdad, no tenía la menor idea de hacia dónde quería que fuera esta entrada al ponerme a escribirla porque solo lo he hecho para ver si se me aclaraba un poco la mente) me he dado cuenta de algo importante. Escribir es que no tiene que cambiarte la vida. Mucho menos que te publiquen. En todo caso, si por algo es importante que te publiquen un libro y que se lo lea alguien que no es tu madre, es para que le cambie la vida a esa persona. No a ti.

Lo demás, supongo y me declaro completamente culpable si es así, no es más que lo dicho ahí arriba: una masturbación un poco enfermiza.