martes, 21 de febrero de 2012

Un tipo con suerte

Sí, ese del título soy yo: Guapo, atractivo, inteligente, oscuro, sexy,  peligroso, alto de estatura media con unos pies grandes. Y encima, con suerte.

Probablemente no estéis acostumbrados a que destile azúcar por los cuatro costados pero, sí, es cierto que soy un tipo con suerte. Debo de serlo porque creo que he tenido la mayor suerte del mundo por cruzarme en la vida con la gente con la que me he cruzado. Con mis amigos, vamos.

No sé cómo lo he hecho ni si es mérito mío (que, probablemente, no lo sea) pero creo que tengo a los amigos con más talento del mundo. Me enriquecen, me llenan, me inspiran y me hacen seguir adelante. No sería quien soy, no llegaría a donde he llegado si no fuera por ellos, por lo que he aprendido y aprendo diariamente a su lado. Y hoy, que me he pasado el fin de semana escribiendo como si no hubiera un mañana y que he contado con su compañía en todo momento, no puedo evitar sentirme eso, afortunado. Y también muy agradecido.

Gracias.

lunes, 20 de febrero de 2012

Escribir a cuatro manos 1

Bueno, está clara la tendencia y yo me alegro por que así sea. Bueno, imagino que vosotros no os habréis dado cuenta pero yo sí: mis posts en el blog son directamente proporcionales a la cantidad de tiempo que le dedico a la escritura. Es decir, si escribo, posteo. Si no escribo, no posteo. Eso no es que me resulte sorprendente porque la razón por la que no he publicado tantas entradas el año pasado fue precisamente esa: no escribí, publiqué. Y, para qué vamos a engañarnos, escribir es mucho más interesante que publicar.

Así que, sí, estoy escribiendo. Pero no como siempre sino de una manera completamente diferente que me está haciendo sentir como un niño con pañales nuevos. Estoy escribiendo a cuatro manos. Y, sí, ya sé que lo he dicho en alguna entrada anterior, pero acostumbraos, este es mi blog y me cago cuando quiero y escribo y me repito cuanto quiero.

Escribir a cuatro manos es una experiencia increíble porque le arrebata al oficio de escritor esa soledad que tiene impregnada por defecto. Ahora mismo no sé cómo empezar porque me gustaría ir desgranando el proceso poco a poco en varias entradas, pero sí que tengo clara una cosa: esto de escribir con otra persona hace que no decaigas y que la motivación esté siempre al 100%. Si te caes, tienes una mano que te ayuda a levantarte. Si se cae la otra persona, te pones la capa de Superman y después de hacer un par de loops con doble efecto por el cielo (porque soy así de exhibicionista) vas y le tiendes tú la mano para que se levante. Si tienes dudas, solo tienes que gritar. Si las tiene la otra persona, va y te grita y tú respondes.

Evidentemente, no es algo fácil. Al menos al principio. Sobre todo porque no cualquier historia puede escribirse a cuatro manos. Al menos en mi caso. Pero es que esta historia ya existe. Está escrita de algún modo y, la verdad, no se escribió a cuatro manos. Se escribió, grosso modo, más o menos a ¿dieciséis?. Así que si quería embarcarme en este proyecto, estaba claro que no podía hacerlo solo y que solo podía hacerlo con ella, porque creo que tenemos exactamente la misma visión de la historia aunque llegamos a ella desde lugares muy diferentes y nos complementamos. Donde ella no ve, yo sí lo hago. Donde yo no llego, ella ha ido y ha vuelto doscientas veces, por lo menos.

Ya hablaré de cómo hacer que encajen los estilos, las escenas, de cómo nos estamos organizando, de los miles de problemas, de las miles de soluciones, de lo divertido que es, solo que hoy no lo voy a hacer porque es mejor empezar por el principio. Y el principio es muy claro y, al mismo tiempo, es contradictorio ya que el principio es la conclusión a la que llegamos el otro día, tratando de organizar la segunda parte de la novela:
Ella: Entonces tú tienes la mente organizada como un listado de cosas a escribir, ¿no?
yo: Exacto.
Ella: Pues mi cabeza es una página de wikipedia con miles de enlaces de hipertexto.
 Está claro que, por comentarios como ese, hay que quererla. Pero no solo eso, porque es que dio con la razón por la que nos complementamos tan bien. Es que pensamos de maneras tan diferentes que, al final, cuando trabajamos juntos (y creedme cuando os digo que trabajamos duro, muy duro) la novela alcanza una tridimensionalidad (sujeta a cambios, miles de cambios, millones de cambios, infinitas horas de revisión) que yo jamás sería capaz de lograr por mí mismo.

Ojalá todo esto salga bien y podáis leer el resultado. Yo ahora os dejo porque, jo, la ilusión que me hace decirlo: ME VOY A ESCRIBIR.

viernes, 17 de febrero de 2012

Recuperando el tiempo

No falla. De pronto, sin avisar (o con avisos a los que uno prefiere ignorar), uno se libera de todas las obligaciones superfluas que le han tenido ocupado la mayor parte del tiempo durante los últimos meses y, así, sin comerlo ni beberlo, al día siguiente se pone malo. Con gripe. Con fiebre. Y sin mami en casa a la que quejarse.

Definitivamente, estar malo sin tener a una madre a la que quejarse (al menos, le lloraba por teléfono) no mola.

Pues eso, no falla. Cada vez que mi cuerpo se relaja, las defensas deben de cogerse vacaciones y acabo enfermo; ya sea gripe, gastrointeritis, faringitis o cualquier cosa terminada en itis. Soy de esa gente tonta que se pone malo en vacaciones o en fin de semana. Desde luego, debo de ser el primer funcionario disfuncional.

En fin, que la semana pasada fue mi primera semana libre en varios meses (entendiendo por "libre" el seguir trabajando a cien kilómetros de casa, el tener una pila interminable de redacciones y de exámenes que corregir y demás obligaciones varias) y voy yo y, como soy así de inteligente, pues me cojo la gripe y me la paso envuelto en una manta viendo a Ana Rosa y sucedáneos por la tele.

Si ya estaba gilipollas, probablemente mi gilipollez habrá aumentado en un doscientos por cien.

Pero, eso sí, me dio tiempo a leerme las cartas de amor del certamen del que soy jurado y quedar satisfecho con el resultado. Recogí las novelas del certamen del que soy comité de lectura. Di una charla sobre literatura juvenil a profesores y bibliotecarios que disfruté muchísimo y, sí, también me ha dado tiempo a desesperarme con la nueva novela.

Porque, no sé si os pasa a vosotros, pero ahora que tengo tiempo para dedicarme a ello, me da ansiedad. Es como una sensación que empieza en la boca del estómago y que sube a la garganta y que hace que el corazón lata más rápido; que te da vértigo y terror y que te hace pensar: "madre mía, madre mía, madre mía, que voy a escribir. ¡Qué nervios!". Así que luego vas y como es un pensamiento que te supera, te pones a hacer cualquier otra cosa.

Siempre me pasa cuando llego a cierto punto en cada proyecto. No es miedo a la página en blanco, no sé exactamente qué es pero se parece a pensar que ahora que puedes dedicarte a ello, a lo mejor no das la talla.

Pero no os preocupéis porque suele durarme solo los primeros días.

Eso espero.

Porque si no, significará, que la ración doble de Ana Rosa y sucedáneos varios me dejó definitivamente (más) gilipollas.