A mí el verano me da un subidón marujil que ya lo querrían para sí las señoras que se ponen una bolsa en la cabeza y ven a Ana Rosa Quintana (atentos a las vergonzosas búsquedas a través de las que los salidos de turno llegarán a mi blog después de esta mención) mientras comen patatas fritas del Mercadona.
Desde que me dieron las vacaciones, he llevado a la tintorería alfombras, fundas nórdicas, sábanas... he intentado hacer limpieza, la he hecho, la he vuelto a hacer; estoy planeando pintar una habitación (y convertirla en pseudobiblioteca porque mis libros llevan casi un año metidos en cajas y no es plan); he instalado yo solo un aparato de aire acondicionado...
Vamos, que me pongo un delantal y podría unirme al club de Gracita Morales y Rafaela Aparicio e irme de copas con ellas por las noches después de terminar la tarea, para comentar lo mal que está el servicio y el batín tan elegante que llevaba puesto el señorito durante el desayuno.
Pero es que siempre me pasa igual al comienzo y al finalizar el verano. No sé por qué, supongo que es porque termina el curso y hay como deseos de tirar a la basura todo lo pasado, de limpiar el estrés de junio y de quedarse con lo necesario de cara al proceso de renovación que siempre sucede en septiembre.
Desde que me dieron las vacaciones, he llevado a la tintorería alfombras, fundas nórdicas, sábanas... he intentado hacer limpieza, la he hecho, la he vuelto a hacer; estoy planeando pintar una habitación (y convertirla en pseudobiblioteca porque mis libros llevan casi un año metidos en cajas y no es plan); he instalado yo solo un aparato de aire acondicionado...
Vamos, que me pongo un delantal y podría unirme al club de Gracita Morales y Rafaela Aparicio e irme de copas con ellas por las noches después de terminar la tarea, para comentar lo mal que está el servicio y el batín tan elegante que llevaba puesto el señorito durante el desayuno.
Pero es que siempre me pasa igual al comienzo y al finalizar el verano. No sé por qué, supongo que es porque termina el curso y hay como deseos de tirar a la basura todo lo pasado, de limpiar el estrés de junio y de quedarse con lo necesario de cara al proceso de renovación que siempre sucede en septiembre.
Además es que estoy tan ansioso que tengo que ocupar mi tiempo con algo. Aparte de por ser opositor consorte, estoy nerviosito porque en teoría la semana que viene corrijo galeradas y no puedo estar más impaciente.
Ahora mismo, después de las mil revisiones que le hicimos a la novela entre el editor y yo durante el mes de mayo, le está echando un ojo la correctora de la editorial (después de haber pasado un proceso previo de maquetación y de revisión por parte del editor jefazo) por si se nos ha pasado alguna errata o error de concordancia o váyase usted a saber qué.
Este miércoles terminará esta revisión y volverá a echarle un vistazo el editor para después pasar el texto a maquetación y, finalmente, pasármelo a mí para la revisión final durante la semana que viene, semana en la que también trabajaremos con el texto de cuarta de cubierta y con mi biografía (¡Con mi biografía! ¡Pero si aparte de que me gustan los helados de leche merengada, que soy un vago redomado y que mi deporte preferido es el sillón-ball, poco hay que decir!).
Y, mientras tanto, me consta que el equipo de diseño está trabajando en la portada de la novela.
Esto marcha, los resultados son inminentes y yo no hago más que rebotar por las paredes como una pelota de tenis.