sábado, 22 de enero de 2011

Excusas y otras historias

Cuando era pequeño, lo de la comida era un tema que no me entraba en la cabeza. Aunque, bueno, mucho más correcto sería decir que por donde no me entraba era por la boca. Comía mal, podía tardarme horas masticando, no sé, un gajo de naranja. No es que no me gustara comer. Simplemente, me aburría.

Por aquel entonces yo comía en casa de mis abuelos, así que mi abuela, que siempre fue una mujer muy práctica, pensó que había que buscar una solución para que, no sé, no nos creciera barba blanca esperando a que a mí me diera la gana de tragar. Así que un día apareció con un cómic de Disney debajo del brazo que me dio justo antes de comer. Yo lo abrí, me puse a leerlo y, por lo visto, ni me enteré de que me estaban dando de comer.

 Tenía seis años y me costó mucho tiempo no asociar la hora de la comida con los libros. Estuve hasta los catorce o quince años sin poder comer a menos que estuviera leyendo.

Cuento todo esto porque empezar una nueva entrada disculpándome una vez más por no haber escrito no me apetecía en absoluto. De hecho, creo que llevo retrasando tanto tiempo lo de escribir aquí precisamente porque no tenía una excusa cojonuda que poner. Y, ya sabéis, a mí lo del efectismo me gusta mucho.

¿No os ha pasado nunca eso de querer hablar con alguien pero no encontrar el momento y, luego, cuando ha llegado el momento resulta que hace tanto tiempo que no hablas con esa persona que te mueres de la vergüenza por coger el teléfono y marcar su número? La ansiedad del primer momento, ese vacío silencioso que temes que pueda ocurrir hace que te aterre y por eso no lo haces, pero luego, cuanto más tardas en hacerlo, la ansiedad va aumentando y tú retrasas todavía más el momento hasta que, de pronto, es esa persona la que te llama a ti y tú quieres que te trague la tierra porque parece que has pasado de ella totalmente cuando, en tu cabeza, esa llamada llevaba sucediendo en bucle una y otra vez desde hacía meses.

Pues bien, he recibido esa llamada. Es decir, en este contexto, esa llamada puede ser algo así como que en la misma semana dos personas que no tienen nada que ver entre sí pero a las que ves muy a menudo y con las que hablas igual de a menudo te dicen: "hace mil años que no actualizas el blog".

Y entonces tú te sientes igual porque, en tu cabeza, probablemente lo hayas actualizado diariamente pero todas y cada una de las veces que lo has hecho, lo que estabas diciendo te parecía la tontería más grande del universo y pensabas que no merecía la pena ni postearlo...

Porque, no sé, es que tengo poco que contar. Sí, vale, tengo cosas que contar: me han hecho entrevistas, obli ha sido reseñada en varias webs y revistas, me han llamado de un par de sitios y, lo más importante: La semana que viene, el domingo 30 de enero a las 11:00h estaré presentando la novela en Madrid, en la librería Fuentetaja, dentro del I encuentro nacional de Anika entre libros. Así que, si andáis por allí, me encantaría que os pasarais. Pensadlo bien, sería una ocasión estupenda para darme una colleja física por no haber actualizado el blog hasta hoy. ¿De verdad os vais a perder una oportunidad así? Que yo tengo un cuello muy agradecido y se pone rojo en seguida...