viernes, 30 de enero de 2009

Lo bueno

Siempre he dicho que algo me parece bueno cuando me inspira. No es una sorpresa para nadie el hecho de que admita que me gustan los videojuegos (ahora es cuando la mitad de la audiencia se levanta horrorizada y apaga el ordenador). Aunque, bueno, no los videojuegos en general, sino un tipo de videojuego: Los difamados juegos de rol. Y no todos. Solo algunos. Los buenos. Que suelen ser japoneses.

Bueno, pues ya está hecha la confesión del día.

La verdad es que llevo jugando a ese tipo de juegos desde hace más de quince años y, aunque ya uno tiene una edad y no se deja sorprender por cualquier cosa, tengo que admitir que hacía mucho tiempo que no me encontraba con juegos de calidad tan sorprendente como los Persona.

Y cuando hablo de calidad, me refiero, sobre todo, a su calidad narrativa. Porque, sí, estos juegos podrían considerarse, para que nos entendiéramos todos, películas o libros interactivos. Una historia que descubrir, muchos planos de lectura y un desarrollo de personajes que ya lo quisieran para sí muchos libros.

Este tipo de videojuegos está pensado especificamente para que el jugador se siente y pese a que, evidentemente, tenga que dedicar un tiempo a matar bichejos y demás, se meta (literalmente) en el papel del protagonista para que, a través de sí mismo y su relación con el resto del elenco, se vaya descubriendo la historia que hay detrás de cada personaje y que envuelve y da sentido a todo lo demás (mucho mejor explicado aquí, aunque en inglés).

Hacía mucho tiempo que no me encontraba con una historia que daba tanto de sí y que tenía unos personajes tan bien escritos, con un diálogo perfecto y unas caracterizaciones tan estupendamente hechas.

Me ha hecho pasar unos ratos increíbles de diversión, he reído mucho con sus personajes y sus diálogos, me he emocionado, he llorado con ellos. Han sido capaces de llevarme de la mano e introducirme de lleno en sus vidas.

Si el guión, si la historia, si los personajes no estuvieran tan bien escritos, si no hubiera un desarrollo tan pulcro detrás, estoy seguro de que no me habría pasado. Y lo mejor de todo es que, igual que ocurrió con su antecesor (el Persona 3) este juego que acabo de terminar hace una hora escasa y del que todavía conservo la congoja de la certeza por la segura nostalgia de echarles de menos, ha inspirado muchas de las claves de la que será mi próxima novela.

Me gusta eso. Que lo bueno acabe inspirándote y seas capaz de crear algo con ello. Esa capacidad, la de ser tan maleable que alguien sea capaz de crear algo con lo que tú has hecho es, para mí, sin duda, una de las características que definen la calidad cuando nos referimos a una obra creativa (ya sea literaria o audiovisual).

Por eso, ahora que viene el tema a colación, jamás podría estar en contra de la Fan Ficción.

Tema que daría para otra entrada.

Porque ahora quiero seguir disfrutando de esta sensación algo masoquista de saber que unos personajes te han llevado por sus caminos y que ahora te queda viajar solo.

Me encanta que eso ocurra por muy doloroso que a veces resulte.

viernes, 23 de enero de 2009

Cuando otros lo dicen mejor que tú

Últimamente me ha dado por la lectura. Acabé tan agotado del NaNoWriMo que, salvo correcciones y modificaciones, lo que es escribir-escribir, no he vuelto a hacerlo desde que terminé. No me viene mal, estaba bastante cansado, pero eso no quita que lo eche de menos y que, a veces, no sepa por qué me siento nostálgico o melancólico o apagado y la única razón sea esa: que no escribo. Pero no os preocupéis, que tengo un plan.

Mientras tanto, el tiempo que antes le robaba a la lectura con la escritura, lo estoy aprovechando bien. También para deprimirme un poco, porque cuando lees algo tan bueno como lo que estoy leyendo ahora, pues, qué queréis que os diga, me da por pensar que a veces no estoy más que jugando a algo que nunca voy a llegar a dominar.

Pero como uno es optimista por naturaleza, pues se consuela pensando que ya llegará algún día a decir lo que quiere decir de manera tan clara como lo hacen los demás. Y es que el libro de Chandler, El simple arte de escribir, puede ser uno de los que más esté subrayando de todos los tiempos. Y Paraiso inhabitado de mi querida Ana María Matute ha hecho que recuerde por qué es mi escritora preferida y que vuelva a sentirme tan identificado con sus palabras como he hecho siempre. Qué envidia, señores. Pero, claro, es de Chandler y de Matute de quien estoy hablando.

Igual que cuando hablo de mi amiga y escritora Pilar Galán, con cuya columna de ayer en el periódico Extremadura no puedo estar más de acuerdo:

Probablemente algunos no tienen ni idea de que al principio la literatura era oral, anónima y pertenecía al pueblo, porque estaba hecha de palabras de pueblo, retazos de cosecha, versos de simiente y ritmo de siega. Y anónima porque mucho más que el autor importaba lo que este decía. No tienen ni idea porque no se han preocupado nunca. El arcipreste de Hita o las jarchas no están de moda y no se escribieron en inglés, mal que les pese. Y tampoco los Cohen van a hacer una película sobre juglares, ya saben, esos señores que se dedicaban a cantar por las aldeas hermosísimos cantares de gesta. No les apetece ponerse al día de esas cosas, para qué. Son propias de académicos, dicen, como si conocer nuestra tradición literaria no fuera obligación de cualquiera, o peor aún, como si ser académico no fuera el sueño de todos los que desprecian la pompa sobre todo si es ajena. Un poco de humildad, hombre. Nadie innova en una corriente que lleva arrastrando palabras hace siglos. Les guste o no, somos gotas en el río inmenso de los que escriben en español. A veces hay que remontar ese río y volver a las fuentes para saber que nuestra tarea consiste en urdir historias para otros, historias que fueron antes orales, anónimas y pertenecían al pueblo. O sea, hablar de literatura adaptándose a quienes te escuchan no es trivializarla, sino devolverla a su origen, a esa época en que el autor no era nadie y el público, todo. Lo importante son las palabras y quien las lee o escucha. Creerse por encima va contra la historia y además es estúpido. Los lectores y el auditorio son lo importante. Y no pueden ser despreciados. Un respeto.

Si es que es un rollo que otros digan las cosas mejor que tú.

Pero, bueno, te indica hacia dónde quieres llegar, que ya es algo.

martes, 13 de enero de 2009

Calendario de la lectura 2009

Hace un par de meses se pusieron en contacto conmigo desde la Fundación Alonso Quijano por si me interesaba participar en una de sus iniciativas. En este caso se trataba del calendario de animación a la lectura, un proyecto que llevan realizando varios años y con el que han contado, entre otros, con escritores como Gustavo Martín Garzo, Soledad Puértolas, o Juan Manuel de Prada. No podía decir que no.

Ni quería, porque la iniciativa del calendario de la lectura me parece preciosa. Como objeto en sí (y yo siempre he sido un poco fetichista) y como fin en sí mismo, el calendario es un objeto tan bonito y está tan cuidado y detallado que no puede más que inspirar tu curiosidad y, bueno, si la curiosidad por la lectura no sirve para fomentarla, pues que venga alguien y me dé una colleja, la verdad.

Tuve que escribir un texto acerca de lo que me inspirara una fotografía relacionada con la lectura, o con el hecho de leer y los libros, previamente seleccioinada a través de un concurso fotográfico. Todo un ejercicio de contención (porque, claro, la extensión es reducida). A mí me ha tocado el mes de Febrero.

Así que, este año, acompañado de escritores como Miguel Sandín (cuyo texto es uno de los que más me han gustado), Cristina Tchicourel, o Alejandro Jodorowski (que sí, que vale, que sus teorías sobre la psicomagia no pueden sino sacarme una sonrisa sarcástica, tengo que reconocer que su poemario sobre el tarot me gustó), hay un texto mío en ese calendario de 50.000 ejemplares de tirada y que, además, se repartirá con un periódico nacional.

Qué queréis que os diga, pero me hace una ilusión increíble.

Y, por cierto, si queréis conseguir el calendario (es precioso) solo tenéis que poneros en contacto con la Fundación Alonso Quijano. El calendario es gratuito, solo hay que pagar los gastos de envío.