lunes, 26 de abril de 2010

El mecanismo del reloj (II)

En el episodio anterior...

A Fer le habían invitado a participar en el comité de lectura de un certamen internacional de novela y aceptó. Fer se reunió con los miembros del comité y fueron seleccionando una a una qué novelas cumplían las bases y qué novelas no las cumplían, después las numeraron e hicieron varios bloques (cada bloque acabó formado por diez novelas). Finalmente, se dividieron en grupos (tres personas para cada bloque de diez novelas) y se llevaron los manuscritos a sus casas para leerlos...

Bueno, después de este resumen, cuando me vi delante de las novelas, la verdad es que me agobié mucho porque no me sentía, no capacitado intelectualmente para decidir, sino quizá, moralmente. Supongo que detrás de esto está mi deformación profesional: me paso casi diez horas al día siendo profesor y evaluando a alumnos que pueden, o no pueden, llegar al diez y dándoles todas las oportunidades posibles para que, al menos, lleguen al cinco.

Sin embargo, esto era diferente. No valía con un cinco, porque de mis diez novelas, yo tenía que decidir qué par era el que, en mi opinión, merecía el diez.

Finalmente, y a pesar de que suelo ser conocido por mi alto índice de aprobados, ninguna de las novelas que tuve que leer llegaron al diez. E incluso me atrevería a decir que ni llegaron al cinco.

Tuve que cambiar el chip, claro está. De todas las novelas se puede sacar algo bueno, por supuesto, no voy a ser yo quien diga lo contrario. Pero como lector, yo quiero leer lo mejor. Y mucho más, como lector de un comité de lectura: no solo quería leer lo mejor, sino que era responsabilidad mía que la novela que se publicase fuera la mejor, estuviera impoluta y no tuviera ningún fallo.

Ni siquiera me conformaba con hacer reina a la tuerta de las novelas. No me daba la gana, no me parecía justo que, de la muestra que yo tenía, eligiera una que no se adaptara a lo que yo querría leer en un libro publicado.

Por tanto, con mucha pena, no seleccioné ninguna. Y creo que fue lo más justo que hice. ¿por qué? Ahí van mis razones:
  • Los fallos en la forma: Cuando presentas una novela a un premio, no puede tener fallos. Y ahora no estoy hablando de fallos en su estructura interna o en la narración o en vaya usted a saber qué. No. Estoy hablando de cosas mucho más prácticas y casi pueriles: no puede haber errores en su puntuación, no debe haber faltas de ortografía, por favor (es deperogrullo, pero me las encontré). Tiene que estar impoluta. No puede ni debe faltar nada. ¿Por qué? Muy fácil. Cuando presentas una novela a un premio, no hay lugar para la edición porque suele pasar poco tiempo (si acaso lo hay) entre el fallo del premio y la publicación de la obra. Una novela premiable debe ser perfecta en su concepción, en su construcción y en su consecución. Tiene que ser efectiva. El propio autor ha de ser el editor y hacerse las mismas preguntas que le haría un editor. No puede ser condescendiente consigo mismo, tiene que ser muy consciente de que lo que entregue tiene que estar perfecto. O al menos, lo más cercano a ese punto.
Está claro que hay muchas obras que se presentan a los premios. Cuando lo hacemos, está claro también que tenemos que intentar que nuestra obra destaque, no por las florecillas que le pongamos (error garrafal) ni porque nuestra fuente y nuestra portada sean las más bonitas (error por dos, la discreción es sinónimo de elegancia y buen gusto. Lo que ha de primar es el texto por encima de todo). No. Tiene que destacar, como mínimo, en su compostura. Ni una errata, por favor. Al menos, intenta parecer lo más profesional posible.
  • El principio: Si no tienes un buen principio, no te molestes. No voy a seguir leyendo. ¿Por qué? ¿Porque soy un talibán de las letras? ¿porque soy un nazi empedernido? No. Muy fácil. No voy a seguir leyendo porque si no tienes un buen principio, para empezar, por muy buena que sea tu historia, no me va a apetecer seguir leyendo. Si tienes un mal principio, tu novela no está perfecta, seguramente le sobren cosas (o le falten). Por tanto, no será merecedora de un premio.
  • La narración: Ya puede ser genial tu historia, que si la narración es enreversada, no es clara, o está llena de errores de concordancia, o no tienes clara la voz del narrador, o tus puntos de vista no están bien focalizados, o demás... pues tampoco voy a seguir leyendo porque, directamente, no creeré a esa novela merecedora de un premio. Falta técnica.
  • La historia: Y aquí es donde yo diferencio entre escritor y redactor. Puedes escribir de puta madre, puedes ser el único que sacó una media de diez en los ejercicios de redacción del colegio, del instituto y de la universidad, pero como lo que cuentes no me interese o me aburra aunque solo sea un poco, no voy a seguir leyendo. Si me aburre, no me gusta. Si no me gusta, como lector, no voy a leerlo y ahora mismo lo que soy es un lector de un comité de lectura, es decir, UN MERO LECTOR como otro cualquiera. Por tanto, llegamos a la conclusión siguiente: de ser publicada, yo no me compraría tu novela; por tanto, en mi opinión, tu novela no merece ese premio para el que estoy trabajando por mucho que su factura sea impecable.
¿Que es injusto? Probablemente. A lo mejor si tu novela hubiese caido en otro comité con gustos diferentes a los míos, habría sido seleccionada. No tengo la menor idea. Por mucho que me pese, no soy dios (y lo que me gustaría serlo y lo que os gustaría a vosotros tener un dios tan sexy, oscuro y misterioso como yo) y no tengo todas las claves de la vida ni tengo el don de la clarividencia ni el de la sapiencia supina (qué bien hablo, por dios! es decir, por mí mismo!) simplemente tengo una opinión y, desgraciadamente, es con mi opinión con la que estás jugándote las cartas.

Porque, precisamente, es aquí donde entra la parte optimista de todo esto. Quizá no has ganado este premio, quizá no has entrado dentro de mis gustos y por eso no has sido seleccionado, quizá tu obra estaba genialmente escrita pero yo soy un tiquismiquis de cojones y he acabado amargándote el mes en el que tenías puestas tantas ilusiones porque no me interesaba lo que me estabas contando. Pero, ¿sabes qué? Hay gente con opiniones diferentes a las mías a las que puede gustarles lo que haces. Si es así, ¿qué haces leyendo este rollo? ¡Corre a preparar tu novela! ¡Hay mil premios ahí fuera que están esperando una obra digna! ¿Por qué no va a serlo la tuya?

10 comentarios:

Unknown dijo...

Oh dios, ¿puedo dedicarme profesionalmente a leer y puntuar novelas? T_T

Togusa dijo...

Pues a mi no me parece mal siempre que tengas bien claro tu criterio, igual que tampoco parecen mal los profesores con alto indice de suspensos siempre que exponen sus métodos de corrección y los aplican de forma ecuánime.

Esther dijo...

Bueno, por mi parte no llegaría al extremo de ni una errata, jejeje... Pero si las erratas se suceden, estoy con vos. No porque sea un concurso y luego no haya espacio o tiempo para una corrección editorial, sino por algo más elemental: una obra literaria no es solo una historia y quien envía una a un concurso tiene que saberlo.

Abrazos!
Esther

GloriaTDauden dijo...

Sí, un errata ocasional puede pasarse y más si es un texto muy largo, pero en general estoy muy de acuerdo contigo, Fer.

El último punto me ha encantado porque es de sentido común, pero a la vez es el más subjetivo. Es el problema que le veo a los concursos, depende de gustos personales del jurado.
En fin... Mi novela se zanja este verano (eso espero XD) y miraré concursos a partir de entonces. Ya veremos XD

Begoña Argallo dijo...

Me encantó leer tu resumen, y bueno me planteo dos opciones o estudiarme la gramática y todo eso o buscarme un corrector de mis textos. Aunque claro, quizá sea más económico y sano dejar de escribir. Uy, no me decido ;) Saludos

Fernando Alcalá dijo...

Probablemente sí, Cos. Ahora bien, no sé si te daría pa vivir, eh?

No, si eso es lo primero, Togusa, lo primero es el criterio. Intentar ser lo más coherente posible. Y ya sabes que en secundaria es diferente a la universidad, en cualquier caso, mi índice de aprobados no es un índice de aprobados por compasión. Quien me aprueba, aprueba por sí mismo. Claro que con la cantidad de veces que lo repito todo, pues...

A veces, esa errata es la que acaba discriminando, Esther, pero sí, tienes razón, no somos máquinas y hay ciertos errores permisibles. Lo malo es que casi todas tenían. Y si no las tenían, pecaban de una cosa o de otra. Estoy totalmente de acuerdo contigo también en la elementalidad (¿esto existe?) del argumento que expones. Lo que pasa es que intentaba que esto fuera más práctico que teórico y la única explicación práctica que se me ocurrió para explicar por qué no ha de haber erratas es la del tema de la edición. Hay muchos egos a los que eso es lo único que les importa...

Gracias, Gloria, por lo que opinas del último punto. Es cierto que es el más subjetivo pero, precisamente por eso, el más fácil de salvar si todo lo anterior está en condiciones.

Fernando Alcalá dijo...

Uy, Begoña, hay una manera más barata para hacer todo eso sin necesitar un corrector: seguir leyendo sin parar, seguir escribiendo sin parar. Es la única medicina. No hagas caso a otras. Y no dejes de escribir, porque eso te volverá loca.

Begoña Argallo dijo...

Pregunta inocente: ¿acaso podría estar más? :)
Bien por esos consejos, me los apunto.

Fernando Alcalá dijo...

Uy, siempre se puede estar más loco: mírame a mí.

Ikima dijo...

Cuando leo consejos como estos (yo misma los he dado alguna vez a otras personas) los veo evidentes, pero me hacen tambalear. Pienso en la obra que esté escribiendo en ese momento (ahora mismo, una juvenil que poco a poco me va apasionando) y me pregunto si estaré cumpliendo con todo esto. No con lo de las erratas, que es algo posterior, sino con la técnica (lo del narrador a veces me hace dudar) y también si la historia que cuento será interesante el lector, si dosifico la información correctamente y esto va estirando del hilo del que lee... En fin, intentaré ceñirme a estos sabios consejos tuyos, y a ver qué sale...