martes, 20 de mayo de 2008

Cuando las palabras no son suficientes

Cuando hace unos meses Pilar Galán en el taller al que acudo nos pidió que hiciéramos una poética o declaración de intenciones yo me puse fino y escribí esto sin ser realmente consciente de la verdad tan grande que estaba poniendo en palabras.

Entre otras razones, no han sido unas semanas fáciles y de ahí el parón del blog. Esto no deja de ser una ventana al público y cuando las coasa van mal yo me cierro en banda y nadie se entera, así que mucho menos lo iba a dejar por escrito. Para que os hagáis una idea borro inmediatamente los mensajes al móvil que llevan malas noticias o que están relacionados con ellas. Tengo cierta fobia a la palabra escrita, como si esta fuera más real que la palabra hablada. Cuando no se dicen las cosas es mucho más fácil ignorarlas.

Y esto es curioso que me esté pasando en estos momentos porque en la novela juvenil que estoy trabajando ahora mientras me doy las vacaciones de Equilátero trato precisamente ese tema entre otros. De la realidad de las palabras (dándole un tono un poco fantástico que me encanta, todo sea dicho), de cómo las palabras tienen el poder de transformar la realidad que nos rodea como si fueran seres vivos. Una paranoia, sí. Pero a mí me encanta (hasta tal punto que no paro de escribir y llevo la cuarta parte del borrador).

Y es entonces en estos momentos nada fáciles cuando he vivido en mis propias carnes las cursilerías que ponía en la poética. Escribir me ayuda a que lo que haya a mi alrededor tenga sentido y, sobre todo, me proporciona el equilibrio que me falta cuando la vida se precipita. Hay gente que necesita estar en compañía cuando las cosas van mal. No es que yo no lo necesite, tendría que tener un ego como un globo aerostático de grande para hacer una afirmación tan rotunda, pero sí es cierto que yo suelo tomar el rol de líder y hacerme con la situación así que no es tan descabellado imaginarme en un rincón a solas meditando cuando no puedo controlarla hasta que mi cabeza deja de echar humo y, o encuentro una solución al problema o asumo que no la tiene.

¿Y qué hago cuando llego a esta conclusión?

Escribo. Me entra una necesidad irrefrenable de estar a solas y ponerme a escribir. Pero no, no os asustéis que no me pongo a hacer odas al dolor cual romántico hasta arriba de opio ni nada por el estilo. Necesito escribir lo que sea que esté escribiendo en ese momento. No sé si lo he dicho ya (que creo que sí) pero para mí la escritura es una especie de escapismo, así que ¿qué mejor momento para escapar de la realidad que cuando esta no va bien?

(Y, sinceramente, para mí, creo que es lo más terapéutico. Pero no se lo digáis a mi novia, que es psicóloga y no quiero que piense que le quito la clientela.)

Y, sin embargo, a pesar de todo lo anterior, en la semana en la que descubres los resultados de la palabra más fea del castellano (empieza por c, acaba por r y tiene la misma forma de la palabra que designa a un signo del zodíaco) y sientes que a tu alrededor se desmoronan pilares importantes, por mucho que valore las palabras y lo que me hacen sentir y el lugar tan importante que tienen en mi vida, simplemente, a veces no son suficientes.

(Disculpad el tono de la entrada de hoy, prometo volver a mis orígenes en breve, que si no saco la mala leche a flote, ya sabéis que se me enquista y luego me salen granos. Y gracias a Joaquín por el abrazo)

8 comentarios:

leo dijo...

Querido Fer: cuán a menudo la escritura nos salva, sin ponernos a salvo de nada, o incluso todo lo contrario.
Un abrazo enorme.

Tawaki dijo...

Pensaba, conforme leía, que si escribías era porque ya habías dado con la solución, pero ese penúltimo párrafo me ha dejado de piedra.

Espero que se llegue a tiempo y que todo quede en un susto.

Un fuerte abrazo.

Fernando Alcalá dijo...

Y tanto, Leo. A mí desde luego me ha salvado la vida unas cuantas veces ya. Y a veces incluso sin paracaídas. Otro abrazo gigante para ti.

Muchas gracias por los ánimos, Tawaki. Me temo que aunque llegamos a tiempo y luchamos e hicimos todo lo posible no hemos podido evitar que ocurra lo que no quedaba más remedio y hemos perdido a esa persona la semana pasada. De ahí el poco consuelo de las palabras. Sin embargo, ahora que os leo quizá me plantee el título de la entrada. Puede que no sean suficientes pero sí son necesarias, auténticas y sí que llegan.

Un abrazo fuerte!

Carmen Fernández Etreros dijo...

Lo siento mucho Fer. Hay momentos en los que tienes razón en los que las palabras habladas o escritas (da igual) no son suficientes.

Un besote,

Sirena Varada dijo...

Pasaba por aquí, y tal vez no llegué en un buen momento.
Aunque las palabas a veces no son suficientes, bendito seas tú, que sabes por qué y para qué escribes.

Un saludo

elita dijo...

¡Fer! Todos mis ánimos y cariño te los dejo en esta entrada. No abandones tu pluma (o teclado, o lo que sea). Nada hay más valioso que conocerse uno mismo y saber lo que nos permite respirar en momentos como en los que te encuentras.
Muchos muchos besos.

Fernando Alcalá dijo...

Muchas gracias, Carmen. Tienes razón, no son suficientes, pero creo que con el peso de los días a mis espaldas y la capacidad de verlo todo desde la distancia, sí que ayudan un poquito. Así que muchas gracias de nuevo por las tuyas.

Muchas gracias, Sirena a ti también, por pasarte por aquí y dejar tu huella. Como he dicho ahí arriba, no sobra sino que hacía falta.

¡Uy! Elita, eso de "abandonar mi pluma" lo he tenido que leer dos veces seguidas. Y en la segunda he levantado una ceja (soy experto en hacerlo, ¡me sale!) extrañado hasta que lo he entendido. ¡Malditos dobles sentidos! No te preocupes, que no dejaré de lado ni boli bic, ni mi teclado ni el boli con el que aprobé las oposiciones y que guardo como oro en paño. La pluma no, porque es que resulta que me las cargo y ya no me las regalan. ¿Habráse visto tal desfachatez? Un abrazo fuerte!

elita dijo...

¡Ja, ja! ¡Pues mira por donde que hasta yo he tenido que leerlo dos veces! No iba con ninguna mala intención, ¡te lo prometo!
Besines