Primero, lo importante. A día de hoy, vamos, quiero decir que me ha pasado esta mañana, Equilátero es lo más largo que he escrito nunca, superando en mil palabras la longitud de CarPa. Qué curiosidad me da saber hasta dónde voy a llegar. Al menos ya sé dónde voy a llegar porque hasta hace escasamente unas semanas no tenía la menor idea de cómo iba a ser el final. Al fin y al cabo, la novela trata de un triángulo, si hacemos uso de la combinatoria aquella que di en matemáticas de BUP nos salen infinidad de posibilidades, así que por fin, tal y como me había salido la segunda parte y el lugar hacia el que habían derivado los personajes lo he tenido claro: ese tiene que ser el final y no puede ser otro (cómo me doy ínfulas de misterio, ¿eh?). Ahora bien, cómo llegue a ese final, esa es otra historia e imagino que me dará ganas de tirarlo todo a tomar por culo y quedarme más ancho que Pancho (Pancho, ¿lo recordáis? Mi gorila, que ya ha crecido).
Además, mientras tanto y sin darme cuenta, la novela juvenil ha ido creciendo y ya he escrito la primera parte de un total de cuatro. Me está pasando algo con esta novela que no me pasaba desde CarPa y es que estoy realmente enganchado. Me gustan los personajes, me gusta la ambientación me gusta la sensación que me está dando de estar escribiendo exactamente lo que quiero decir y que apenas me cueste y estoy deseando seguir para saber qué pasa, igual que si la estuviera leyendo. Cómo se nota que esta sí que la tengo clara. Al menos su estructura interna. No sé cuál acabaré antes si sigo a este ritmo. Y me encanta no saberlo. Claro que no sé dónde leí hace poco que alguien dijo que pobres lectores que leyeran algo que había hecho disfrutar al escritor... y no sé si estar de acuerdo o completamente en contra. Supongo que me abstendré. Por ahora.
Y ahora vayamos al grano porque la verdad es que el tema es gracioso pero desagradable. Vamos, no desagradable en sí, sino por lo que me ha hecho sentir. Veréis, en noviembre gané el primer premio de jóvenes artistas de la ciudad de Cáceres. Fue un premio para empezar que no esperaba y que, por otra parte, me hizo mucha ilusión porque eso de ser profeta en tu propia tierra no es algo fácil.
Pero claro, ahí está el tema: mi propia tierra. Y mi propia tierra no se ha caracterizado nunca por funcionar a la perfección. Para empezar no hubo entrega de premios. Primero nos convocaron para un día y después nos llamaron para cancelarlo hasta nuevo aviso. Aviso que todavía no ha llegado y me consta que, evidentemente, no se realizará porque está a punto de salir la convocatoria del certamen del 2008 y sería un poco ridículo que ambas celebraciones coincidieran en el tiempo. Y qué queréis que os diga, los aplausos me ponen. Quería mi ración de aplausos. Cada uno tiene su fetiche, ¿no?
Y luego está el premio. Premio que todavía no he cobrado. Aunque pueda parecer lo contrario, el dinero del premio no es algo que me importe. Afortunadamente no escribo para sobrevivir económicamente (sino que lo hago para sobrevivir de otras maneras) y todo dinero extra que venga a través de la escritura es eso, extra e inesperado, así que, no sé, no me ha preocupado (y sigue sin preocuparme) el no haber cobrado el premio (tanto mejor, que si lo tengo me lo gasto ipso facto, dios, no tengo un duro ahorrado y llevo dos años de furcionario).
El caso es que en marzo estaba por la concejalía de juventud de mi ciudad para hacerme carnets y ese tipo de cosas que hace uno antes de salir de viaje y me dio por preguntarle al responsable. El responsable de la concejalía, muy azorado y servicial, todo sea dicho, llamó inmediatamente a quien tuviera que llamar para informarse del tema. Le dijeron que cobraríamos la semana siguiente y yo me dije: "mira que bien, dinero extra para Escocia" y me fui de allí tan contento.
Evidentemente no cobré.
El otro día fui de nuevo al ayuntamiento porque gracias a mi hermano resulta que era un moroso que llevaba dos años sin pagar el impuesto de circulación (nunca le encarguéis nada a vuestro hermano pequeño) y como yo entregué toda la documentación que me requerían para el premio en el mismo sitio donde tenía que pagar mi deuda, pues aproveché y pregunté. Je.
Nadie sabía dónde estaba mi expediente.
Me enviaron a otro departamento (no pude evitar recordar la película de Asterix y las doce pruebas) y allí que me presenté yo con mi cara de niño bueno (experto en ponerla después de ensayar doce horas diarias delante del espejo) y una señora me atiende diciéndome: "buenos días, que sepas que no tengo un buen día". Me encantó, la verdad, agradecí mucho su sinceridad.
Si queréis que os diga la verdad, yo me caliento enseguida y me pongo bastante borde y ácido. pero eso me pasa con las cosas que realmente me importan, como en el instituto, por ejemplo, o yo qué sé, cuando tengo que levantarme temprano y no me apetece ir a clase, que solo me falta escupirle a mi reflejo en el espejo después de las parrafadas de odio eterno y deseo de destrucción que le echo.
Así que me comporté muy tranquilamente y cordial. Es un premio. No iba a hacer un drama ni montar un pollo en el ayuntamiento porque llevarme un sofocón por un premio que encima he ganado pues como que me da cortocircuitos cerebrales, la verdad. Total, que me mandaron otra vez a la planta de abajo, desde la que me enviaron a la cuarta planta y de ahí vuelta a empezar a la primera. Evidentemente, yo ya me reía, pero no estaba dispuesto a seguir perdiendo el tiempo, que es lo más valioso que tengo.
Llamé a la concejalía y pregunté si el responsable sabía algo. De nuevo se mostró muy sorprendido y blablablabaquevergüenzablablabla y tal. En fin, que yo no voy a perder mi tiempo ni voy a montar un drama por algo que se supone que tiene que ser agradable.
Pero no creáis, que lo que me preocupa no es esto. Es que mi ciudad se presenta a Ciudad Europea de la cultura para el año 2016 y la gente está convencida de que vamos a conseguirlo. Sí, claro, seguro (dicho con toda la ironía del mundo). Solo hay que ver la importancia que le dan a los artistas de la ciudad, al premio que lleva su nombre y a demás cosas que ahora mismo no vienen a cuento pero que dejan a mi ciudad a la altura del betún (como, por ejemplo, el escaso presupuesto de la feria de libros, por poner un ejemplo que no se salga del tema). Es una pena, pero así es la ciudad en la que vivo.
Qué entrada más descafeinada me ha salido, ¿no? ¿Será que estoy nervioso por Eurovisión? O porque hoy es Sábado y me merezco el gintónic que pedía dos entradas más abajo y que compartiré con Joaquín por hacer que saliera de dudas y me ratificara en mi petición desesperada por el uso de la palabra fomento en lugar de fomentación (a no ser que quiera utilizar los libros a modo de paños mojados cuando entra la fiebre, que todo es posible, oiga).
Además, mientras tanto y sin darme cuenta, la novela juvenil ha ido creciendo y ya he escrito la primera parte de un total de cuatro. Me está pasando algo con esta novela que no me pasaba desde CarPa y es que estoy realmente enganchado. Me gustan los personajes, me gusta la ambientación me gusta la sensación que me está dando de estar escribiendo exactamente lo que quiero decir y que apenas me cueste y estoy deseando seguir para saber qué pasa, igual que si la estuviera leyendo. Cómo se nota que esta sí que la tengo clara. Al menos su estructura interna. No sé cuál acabaré antes si sigo a este ritmo. Y me encanta no saberlo. Claro que no sé dónde leí hace poco que alguien dijo que pobres lectores que leyeran algo que había hecho disfrutar al escritor... y no sé si estar de acuerdo o completamente en contra. Supongo que me abstendré. Por ahora.
Y ahora vayamos al grano porque la verdad es que el tema es gracioso pero desagradable. Vamos, no desagradable en sí, sino por lo que me ha hecho sentir. Veréis, en noviembre gané el primer premio de jóvenes artistas de la ciudad de Cáceres. Fue un premio para empezar que no esperaba y que, por otra parte, me hizo mucha ilusión porque eso de ser profeta en tu propia tierra no es algo fácil.
Pero claro, ahí está el tema: mi propia tierra. Y mi propia tierra no se ha caracterizado nunca por funcionar a la perfección. Para empezar no hubo entrega de premios. Primero nos convocaron para un día y después nos llamaron para cancelarlo hasta nuevo aviso. Aviso que todavía no ha llegado y me consta que, evidentemente, no se realizará porque está a punto de salir la convocatoria del certamen del 2008 y sería un poco ridículo que ambas celebraciones coincidieran en el tiempo. Y qué queréis que os diga, los aplausos me ponen. Quería mi ración de aplausos. Cada uno tiene su fetiche, ¿no?
Y luego está el premio. Premio que todavía no he cobrado. Aunque pueda parecer lo contrario, el dinero del premio no es algo que me importe. Afortunadamente no escribo para sobrevivir económicamente (sino que lo hago para sobrevivir de otras maneras) y todo dinero extra que venga a través de la escritura es eso, extra e inesperado, así que, no sé, no me ha preocupado (y sigue sin preocuparme) el no haber cobrado el premio (tanto mejor, que si lo tengo me lo gasto ipso facto, dios, no tengo un duro ahorrado y llevo dos años de furcionario).
El caso es que en marzo estaba por la concejalía de juventud de mi ciudad para hacerme carnets y ese tipo de cosas que hace uno antes de salir de viaje y me dio por preguntarle al responsable. El responsable de la concejalía, muy azorado y servicial, todo sea dicho, llamó inmediatamente a quien tuviera que llamar para informarse del tema. Le dijeron que cobraríamos la semana siguiente y yo me dije: "mira que bien, dinero extra para Escocia" y me fui de allí tan contento.
Evidentemente no cobré.
El otro día fui de nuevo al ayuntamiento porque gracias a mi hermano resulta que era un moroso que llevaba dos años sin pagar el impuesto de circulación (nunca le encarguéis nada a vuestro hermano pequeño) y como yo entregué toda la documentación que me requerían para el premio en el mismo sitio donde tenía que pagar mi deuda, pues aproveché y pregunté. Je.
Nadie sabía dónde estaba mi expediente.
Me enviaron a otro departamento (no pude evitar recordar la película de Asterix y las doce pruebas) y allí que me presenté yo con mi cara de niño bueno (experto en ponerla después de ensayar doce horas diarias delante del espejo) y una señora me atiende diciéndome: "buenos días, que sepas que no tengo un buen día". Me encantó, la verdad, agradecí mucho su sinceridad.
Si queréis que os diga la verdad, yo me caliento enseguida y me pongo bastante borde y ácido. pero eso me pasa con las cosas que realmente me importan, como en el instituto, por ejemplo, o yo qué sé, cuando tengo que levantarme temprano y no me apetece ir a clase, que solo me falta escupirle a mi reflejo en el espejo después de las parrafadas de odio eterno y deseo de destrucción que le echo.
Así que me comporté muy tranquilamente y cordial. Es un premio. No iba a hacer un drama ni montar un pollo en el ayuntamiento porque llevarme un sofocón por un premio que encima he ganado pues como que me da cortocircuitos cerebrales, la verdad. Total, que me mandaron otra vez a la planta de abajo, desde la que me enviaron a la cuarta planta y de ahí vuelta a empezar a la primera. Evidentemente, yo ya me reía, pero no estaba dispuesto a seguir perdiendo el tiempo, que es lo más valioso que tengo.
Llamé a la concejalía y pregunté si el responsable sabía algo. De nuevo se mostró muy sorprendido y blablablabaquevergüenzablablabla y tal. En fin, que yo no voy a perder mi tiempo ni voy a montar un drama por algo que se supone que tiene que ser agradable.
Pero no creáis, que lo que me preocupa no es esto. Es que mi ciudad se presenta a Ciudad Europea de la cultura para el año 2016 y la gente está convencida de que vamos a conseguirlo. Sí, claro, seguro (dicho con toda la ironía del mundo). Solo hay que ver la importancia que le dan a los artistas de la ciudad, al premio que lleva su nombre y a demás cosas que ahora mismo no vienen a cuento pero que dejan a mi ciudad a la altura del betún (como, por ejemplo, el escaso presupuesto de la feria de libros, por poner un ejemplo que no se salga del tema). Es una pena, pero así es la ciudad en la que vivo.
Qué entrada más descafeinada me ha salido, ¿no? ¿Será que estoy nervioso por Eurovisión? O porque hoy es Sábado y me merezco el gintónic que pedía dos entradas más abajo y que compartiré con Joaquín por hacer que saliera de dudas y me ratificara en mi petición desesperada por el uso de la palabra fomento en lugar de fomentación (a no ser que quiera utilizar los libros a modo de paños mojados cuando entra la fiebre, que todo es posible, oiga).
5 comentarios:
De descafeinada nada, pichón, qué rabia me daría a mí. Sí que son un poco inconsistentes en tu tierra, sí.
A mi hermano le dieron un premio hace poco aquí, en Vitoria. Hubo entrega de premios -un coñazo, pero es mi hermano y hay que ir- y le dieron un cheque falso para hacer la pantomima, diciéndole que tenía que ir el lunes a no sé qué oficina del ayuntamiento a coger el de verdad. Un mes después todavía no lo tenía, pero no porque se les hubiera traspapelado nada, sino porque "tenemos cosas más importantes que hacer que tu cheque, estará cuando esté". Y esa no avisó de que tenía un mal día.
Al final, cobrar cobró, y para mi hermano, que se gasta tooooodo el dinero que cae en sus manos, sí era importante cobrar. Ánimo, y que no te nieguen lo que es tuyo, como si te tienes que poner a dar redioses en la concejalía, leches. Que un premio no se gana todos los días (bueno, tú a lo mejor sí, yo no).
Pues sí que hacen una buena fomentación de la kultura en tu tierra, joé.
Insiste, hombre, que las penas con pan son menos.
¿Te has quedado afónico-narrativo?
Ay, Ruth, el tiempo que hacía que nadie me llamaba pichón (llamando a cosa olorosa, a cosa amorosa o a cosa abrazosa para que reivindique su forma de llamarme *chiste privado*). Ya te contaré a ver si cobro o no, pichona! Y no, no se gana todos los días. Aunque mi mami me da besitosy abrazos y son como premios para mí
ay, Leo, ya sabes que aquí nos encanta pasarnos la kurtura por la frente com si fueran paños calientes. Estamos enfemmitos. Y la voz se me está resistiendo un poco, pero espero que con unas gárgaras vuelva. O con amenazas de muerte, que ya lo tengo todo pensado. Un besote!
Bueno, Fernando. Me parece una verguenza lo de tu tierra. Tienes todo el derecho del mundo a montar el pollo y a ponerlos colorados. Nos tratan fatal, y además parece que nos hacen un favor. Pues no, el favor se lo hacemos nosotros a ellos presentándonos. Porque si no, de qué iban a presumir, con sus concursos culturetas y sus aires de intelectuales. No es soberbia querer vivir la ilusión de un premio. No señor. Porque te ha costado escribir tu relato, porque para que te haya salido tan bien has tenido que romper miles de ellos, y porque sí, ché.
Que no hay derecho. Ponte serio y diles que lo vas a escribir en todas partes. Y a la que no está de humor, le dices que te has quedado con su cara. Bueno, eso sí es una broma.
Ánimo, Fernando, y permitete la gloria, que las frustraciones ya nos las permitimos a diario. dominamos.
A día de hoy todavía no he cobrado. Qué mal, ¿no? Es que lo último que me apetece es tener que disgustarme por ganar un premio, que es una cosa la mar de agradable, vamos...
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