martes, 20 de abril de 2010

Qué difícil es ser guapa

Y para certificar que los cuentos pueden leerse de muchas maneras, aquí va una versión de uno muy clásico que escribí allá por el 2006:

En los tiempos que corren, ser guapa no es una bendición como todos creen, es más, tía, yo creo que es algo así como una pesadilla, como si transformaran los Cuarenta Polifónicos en otra cosa, no sé, algo así como Dial Gregoriano. ¡El Canto Gregoriano está tan pasado! Y yo se lo dije, claro que se lo dije. ¿Qué? ¿A quién? Pues eso, tía, que yo le dije al Grimm ese; que yo sabía que era guapa, pero que serlo no era tan bonito como parecía, aunque una, todo sea dicho, esté estupenda pese a su edad. Que ya van para ciento cuatro años. Y yo fui y se lo conté, porque yo soy muy mía para mis cosas y tengo que contarlo todo, ya me conoces.

Entonces resulta que cuando se lo conté, fue y me dijo que seguro que estaría estupenda para el papel, porque cumplía con todos los requisitos. Porque, sí, mira, resulta que cuando yo nací a mis padres les dio por invitar a toda la peña del palacio, que si a las damas, que si a los caballeros y a los condes y a las condesas y a todo el mundo, tía, que digo yo que menos mal que era un bebé porque si llego a ser un poco mayor, yo qué sé, a mí me hubiera dado algo, que aguantar a tanto vejestorio junto hubiera sido el muermazo del Reino y yo ya no estoy para esas historias, que he perdido mucho tiempo.

Y yo se lo conté. ¿Qué? ¿El qué? ¡Jo, tía! Mira que eres corta. ¡Pues mi historia, tía! ¡Mi historia! Lo de cuando invitaron a las hadas a mi bautizo y cada una me hizo un regalo. ¿A santo de qué te crees tú que yo soy tan guapa? A ver si te crees que no ha sido gracias a Dermoestética, el hada rosa. A ver si te crees que esta nariz viene de serie, mona, que mi madre es la nieta de Piruja, que es famosa por su nariz. ¿Te imaginas? ¿Yo? ¿Con la nariz de mi madre? Ni loca, hija, ni loca. Antes muerta que con la nariz de mi madre.

Pues, eso, lo que te iba contando, que le conté todo al Grimm ese, que es muy mono, tía, ¿te habías fijado? Resulta que Madonna, el hada azul, por lo visto me regaló una voz estupenda, y todo iba genial, según me ha contado mi madre, porque todas en el reino envidiaban que le hubiera diseñado el tocado alguien como Florentino, el sastre de palacio y todo lo de mi nacimiento era la comidilla del reino pero, acércate tía, que no quiero que nos escuchen, eso, que, claro, siempre tiene que haber la típica envidiosa que te coge por banda y te amarga la vida y tú ya sabes que aquí en el reino somos todas de mucho parlotear y darle al pico, que nos gusta mucho criticar e inventarnos cosas, así que estaba claro que la fiesta no iba a salirle perfecta a mi madre, ¡cómo para que le saliera! ¿No tienes un chicle? ¿Ni un cigarro? ¡Qué sosa eres, mona!

Bueno, pues nada, que resulta que mi madre no le había dicho a la del torreón izquierdo que yo había nacido. Que sí, tía, la del torreón izquierdo, la que se pone esos tocados tan horteras y tan de la Alta, que estamos en la Baja Edad Media ya, ¿qué se creerá esa que se lleva? Que ya se nos pueden ver los tobillos y todo. Pues eso, a lo que iba, que mi madre no la invitó porque, oye, que yo entiendo que sea tu vecina y tal, pero es que seguro que iba a acabar desluciéndolo todo y, además, a mi madre ella no la invitó cuando redecoró el torreón con los tapices de Bizancio y eso no se perdona tan fácilmente, tía, que ni siquiera le dijo que los había encargado. ¿Tú te crees? ¡De Bizancio!

Ay, que me voy del tema.

Pues la muy zorra acabó presentándose en mi bautizo y todo. Así, como lo oyes. Y la guarra fue y me maldijo, con todas las palabras. Me-mal-di-jo. ¡A mí! Que acababa de nacer y que no le había hecho nada. Claro, que mi madre, ¡ay, mi madre! mi madre se levantó del trono y le dijo que lo retirara. Que eso no se lo decía ni ella ni nadie a su hija. Porque es que mi madre… mi madre es muy suya con las maldiciones, que ya sabes que tuvo que aguantar lo de su nariz desde incluso antes de nacer. Y también lo de la manzana envenenada. Y la otra, dale que dale, que ella no retiraba la maldición.

¿Qué? ¿Que qué maldición era? Pues morirme, hija, morirme, ¿tú te crees? A los dieciséis encima, sin haber podido entrar nunca en un salón de baile ni nada. Total, que la muy guarra dijo que no la retiraba y se fue. Así, sin decir adiós ni nada. Es que las hay que son malas hasta para eso.

Menos mal que había por ahí un hada un poco hortera, a la que no le habían hecho mucho caso, y cambió un poco la maldición. Pero sólo un poco, ¿eh? A ver si te vas a creer que una tía tan hortera iba a solucionarme la vida. ¡Que por lo visto llevaba todavía traje de lino! ¡De lino! O sea, mira, yo no es que tenga algo en contra del lino, pero ¿de lino? Si eso era lo que llevaba mi abuela, por favor, ¡lino! Que estamos en la Baja, ¿es que no van a enterarse nunca? El caso es que el hada del lino dijo que en vez de morirme pues que me dormiría unos cuantos años. Cien para ser exactos. ¡Ala! ¡Chúpate esa, tía! ¡Cien añitos del ala! Que digo yo que podría haber dicho, yo qué sé, por decir un número, pues tres, o cuatro, o cinco años, o hasta que llegara a los veinte. Pero no, la muy tonta tuvo que decir cien, como si en la Baja tuviéramos una esperanza de vida mayor que los treinta. Si es que las hay que son bobas.

Y me dormí, vamos que si me dormí, tía, pero con los ojos cerrados y todo, sin enterarme de nada. Resulta que un día estaba yo por el palacio más ancha que pancha, mirando los trapitos que se había comprado una de mis damas, porque, mira, yo sé que Areúsa es un poco así… así como guarrilla. Que sí, que sí, que tú ya sabes que a mí eso de criticar no me gusta nada, pero es que tenía que decírtelo, hija, tenía que decírtelo, que es muy mala influencia para ti, que no te conviene, que va a la capilla sin llevar toca ni nada, como si fuera del pueblo llano, pero, eso sí, dice mi madre que le traen las telas directamente de Irás y No Volverás, fíjate tú, yo, que soy la princesa, tengo que conformarme con los que me hace Florentino y ella, la muy guarra, se los trae importados. Claro, así es normal que me pinchara. Que serán muy finos los vestidos y todo lo que tú quieras, pero traían más alfileres que espinas tiene una sardina.

¡Ah! ¿Que no lo sabes? La sardina es el pescado de moda desde que don Carnaval dejó a doña Cuaresma. ¿Que no te has enterado? Pero, ¿tú dónde vives, hija? Pues resulta que, el otro día, se encontró mi madre con doña Cuaresma, a la salida del refectorio, y se lo contó. La había dejado por la del zapatito de cristal. Sí, tía, la que empezó limpiando escaleras y luego mira cómo terminó. Porque, es lo que yo digo, algo tiene que haber hecho para acabar de amante de don Carnaval, que el palacio es muy pequeño y aquí nos conocemos todos. ¿Y esos zapatos? Esos zapatos no los venden ni en Siete Leguas. ¿Que no has ido? Siete Leguas, mujer, la zapatería de la calle mayor del Reino. Si es que estás que no te enteras.

Pues nada, lo que te estaba contando, que me das conversación y me voy del tema. Estaba yo en los aposentos de Areúsa, cogí una fábrica de algodón, que era monísima y me pinché. Que no, que no, que no fue con el huso de una rueca, que eso luego se lo ha inventado el Grimm para darle emoción a la cosa después de que yo le diera la exclusiva.

Fue con el alfiler de una fábrica de algodón, pero eso que quede entre nosotras dos, ¿eh? Que yo tengo una reputación que mantener, ya sabes. Que soy la princesa. A ver si alguien se va a enterar de que estaba enredando con telitas de la plebe y se va a liar la cosa. Que una es la princesa y no lleva algodón, aunque sea precioso de la muerte. Porque es que era más bonito, tía…

De lo demás, no me acuerdo mucho, por lo visto sí que estuve durmiendo cien años. Pero conservo el cutis estupendo, oye, le he comprado a la bruja del pueblo un ungüento de baba de caracol y semilla de enebro que va estupendamente. ¡Toca! ¡Toca! A que está terso y suave como el cuello de un cisne. Si es que ya te lo digo yo, que lo que tiene esa bruja es estupendo. ¿Qué? ¿Que cómo desperté? Si yo pensé que ya te lo habrías imaginado…

Pues con mi Yonatan, hija, con mi Yonatan. Resulta que mi Yonatan estaba un día de caza por el bosque al lado del palacio y vio la torre más alta del castillo. Y mira que ya sabes que a mí esto de criticar no me gusta, pero es que mi Yonatan se cree que es como el Juan sin Miedo ese del Juglar Quincenal, y le dio por meterse dentro del bosque con el caballo y todo, y así fue como llegó a la torre más alta del castillo más alto de la región, que es el mío, tía, claro, ¿Qué esperabas? ¿Que fuera el de la idiota del zapatito, la de don Carnaval? Ya le gustaría a esa tener mi castillo, ya le gustaría…

Y, nada, tía, que mi Yonatan me vio ahí dormida, y no pudo evitarlo, que mi Yonatan es muy macho y si te ve desprevenida… ¡ay, lo que pasa cuando te ve desprevenida!, Y el caso es que me besó y ahí fue cuando me desperté.

Le pegué un poco, pero es que, hija, una tiene un despertar muy malo, y encima había estado durmiendo cien años, ¿cómo no iba a tenerlo? Pero luego me calmé y ya te sabes el resto de la historia, que ya sabes que tampoco había mucho dónde elegir, que todos los hombres casaderos del reino ya estaban ocupados y una es la princesa y tiene que dar ejemplo. Además, que mi Yonatan es mi Yonatan y a ver quién se atreve a decir lo contrario, que él es muy macho y muy buen príncipe y me deja hacer todo lo que yo quiera, incluso comer perdices, aunque él les tenga alergia. Oye, ¿y de verdad que no tienes un chicle? ¿Ni un cigarro? ¿No? ¡Pues mira que eres sosa, hija!

5 comentarios:

Ardid dijo...

Me acabas de trasladar a una conversación entre quinceañeras de la actualidad. Es divertido.

Meer Destroy dijo...

Jajaa ! Me he reido mazo ! Mira que eres sosa hija, no tener ni un cigarrito ni nada! Jajaa !!

Anónimo dijo...

Buenísimo! Muchas gracias por compartirlo!!!

Fernando Alcalá dijo...

Muchísimas gracias a las tres por compartir mis risas. Siempre saben mejor cuando se comparten.

Begoña Argallo dijo...

Esa fina ironía retrata un mundo que pudiera ser el que se refleja a día de hoy, ¿Quien no conoce alguna joven tan supermega como la protagonista?
Muy bueno porque me ha servido para arrancar a quejarme también por mis propios motivos de un modo no tan estupendo pero sí a mi medida.
Saludos