jueves, 25 de septiembre de 2008

Hablando solo y asustándome a mí mismo

"Joder. Qué perdido estoy cuando no escribo!"


(reflexión en voz alta que me ha sorprendido hasta a mí después de limpiar mi casa a fondo, poner dos lavadoras -mi armario es la envidia del de Isabel Preysler, lo menos, solo que en masculino-, tener puesta la tele de fondo, el itunes también, y dar vueltas y vueltas a mis 35 metros cuadrados sin saber qué hacer.

No.

El deporte no es una alternativa, gracias)

domingo, 21 de septiembre de 2008

y aquí va otra entrada poco interesante fruto del egocentrismo de una mañana de domingo

Lo sé, lo sé, lo sé y lo sé. Hace semanas que debería haberme pasado, si no por aquí, al menos por vuestros blogs porque les he echado un vistazo y me estoy perdiendo cosas tan geniales como la novela de Enrique Páez, la reciente mudanza de Maritornes a Soledad entretenida, o la vuelta de Care al mundo de los blogs después de un verano deleitándonos con preciosas fotografías.

Pero tengo una excusa, una bien gorda, además. Y es que, desde que volví de Centroeuropa (aparte de comenzar el curso en un centro donde los alumnos son muy buenos y yo lo estoy flipando en colores fluorescentes y cruzando los dedos en la espera de que no sea solo un sueño), no he dejado de escribir. Eché muchísimo de menos mi novela por esas tierras y cuando llegué de vuelta la cogí con muchas ganas. No tenía pensado terminarla, pero la cosa ha ido tan natural y tenía tan (sorprendentemente) bien hilvanados los hilos (o eso me parecía a mí) que ha salido sola y estoy bastante contento con el resultado. Han sido siete meses intensos, la verdad. Me metí de lleno en ese universo y creo haber acertado con la forma y el planteamiento. A ver qué piensan mi agente y mis incondicionales (son incondicionales porque les amenazo con el látigo si no me sacan de mi eterno mar de dudas y me dicen los fallos que cometo al escribir después de que les acose con mis textos por toda la faz de la tierra pero con una sonrisa. No hay nada que no se consiga con una sonrisa. ni con un strip-tease.

Tengo delante de mí un período largo de correcciones, pero se nota lo mal que lo pasé con Equilátero (y lo que me queda por pasar, ¿verdad, Leo?) y he cogido mucha más soltura. De todas maneras, no pienso volver a escribir de gente que tiene sentimientos tan pasionales no necesariamente buenos. Joe, me meto tanto que lo paso hasta físicamente mal, en serio. Prefiero escribir algo como esta última, mucho más ligera.

No sé si será buena o no, pero el caso es que creo que es la primera vez que tengo la sensación de haber escrito la novela que quería escribir. No en este momento, sino también la sensación de que esta es una novela que a mí me habría gustado leer en su momento. Ya lo explicaré más despacio, con detalles, cuando le dé el repaso y comprenda qué son esos elementos que yo he añadido que he echado en falta en muchas otras novelas y que me han dejado con una sensación de vacío existencial y decepción profunda a pesar de haberme gustado su lectura.

Ahora bien, una amiga después de leérsela dijo que echaba en falta más descripciones de los personajes, que le habría gustado leer cómo eran aparte de los detalles que yo daba, que, es cierto, son pocos. Pero es que, a mí como lector, no me han gustado nunca las descripciones. Son necesarias, eso no lo niego, pero en mi narrativa prefiero dar solo aquellas necesarias para la trama e incluírlas en la propia narración. Al leer una novela, por muy bien descrito que estuviera físicamente un personaje, he solido pasar de lo que me contaba el autor (no conscientemente, la verdad, pero es que mi imaginación siempre va por libre) y me los he imaginado como me ha dado la gana (a excepción de aquellos personajes que tenían un rasgo característico, claro, fundamental para la trama. Hola, Tyrion Lannister!!).

Además, gracias a la excelvillosa Adhara, antes de comenzar mis novelas hago un proceso de casting que me ayuda mucho a la hora de definir personajes e incluso personalidades de los mismos. No sé qué viene antes, si la personalidad o el físico, aunque a mí me da la sensación de que vienen parejos. Y, de todas maneras, no soy yo quien tiene que hablar de castings novelescos, esa es la tarea de Adhara (¿te gusta esta indirecta tan directa, Adhs?), la mejor para este trabajo que he visto nunca. Spielberg, si la vieras no la dejarías escapar.

Antes de comenzar a escribir una novela me gusta imaginar el físico de mis personajes y siempre se lo doy de actores o actrices. Supongo que esto deriva un poco de que, al fin y al cabo, mi educación como contador de historias (por llamarlo de alguna manera) tiene más influencia audiovisual que narrativa. De hecho, mal que me pese, en CarPa creo que se nota demasiado, pero no puedo evitarlo, muchas veces me imagino más las novelas como películas que como novelas en sí, no sé expresarlo (tiene cojones que no sepa) pero es así.

Además, para qué nos vamos a engañar, conocer realmente el físico de tus personajes de antemano ayuda mucho a la hora de narrar, porque ya los tienes en tu cabeza, sabes cómo se mueven, sabes cómo hablan (aunque luego modifiques a tu antojo lo que te dé la gana) y te ahorras muchos comederos de cabeza.

Amén de esas engorrosas narraciones. Claro, que a lo mejor yo peco de exceso y debería poner más. No lo sé. Creo que pongo las justas, las que son fundamentales para la narración. Luego, que cada cual se imagine al personaje como quiera, que para eso es una novela y no una película, hay que darle al coco un poco, ¿no? ¿Qué pensáis? ¿Qué preferís vosotros?

De todos modos, yo llevo esto al extremo y, para motivarme y recordarme siempre que me siente que tengo entre manos un proyecto, suelo hacer uso de los cuatro trucos que sé de Photoshop y me hago un fondo de escritorio relacionado con la novela y sus personajes para que, cada vez que encienda la pantalla, me grite desde lo más profundo que soy un vagazo y que debería ponerme a escribir.


CarPa, 2006


Equilátero, 2008



Ne Obliviscaris (No me olvides), 2008

Estoy deseando ver cómo queda el casting de la próxima novela. Realizarlo suele significar que, pronto, me embarcaré en un nuevo proyecto y no hay sensación que más me guste que esa. La de tener una nueva historia que contar.

Lo que me recuerda que: Noviembre se acerca.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Opinar acerca de todo

Dice mi querida escritora Pilar Galán (que ayer le dedicó su columna a Ana María Matute y me hizo mucha ilusión) que existe esta conciencia generalizada de que un escritor puede opinar sobre cualquier cosa. Es más, no es que pueda opinar (porque opinar podemos todos, aunque nuestras opiniones sean nefastas y, contrario a lo que se estile ahora, no deban tener todas el mismo valor mal que nos pese porque nos encanta escucharnos a nosotros mismos. ¡Maldita democratización de la opinión -sin acritud, sin acritud-!), sino que se espera su opinión como la de un experto cuando, precisamente por ser escritores, de expertos tienen poco o nada.

No tengo ni idea de dónde viene esto pero antes de que ella le diera forma a aquella idea con palabras lo que es cierto es que, de un modo u otro, estaba ya en mi cabeza y yo también lo creía. Es estupendo cómo, cuando te dicen bien las cosas, se caen los andamios de las ideas mal formadas y te puedes crear otra mucho más sólida y estable. A lo mejor eso también es crecer, no lo sé. Cuando se me quite el complejo de Peter Pan y empiece a hacerlo, pues ya os lo diré.

Esta entrada viene a que, últimamente, he bajado la cantidad de colaboraciones que desde el año pasado iba haciendo en el periódico y me he dado cuenta de que es precisamente porque, de los temas que yo suelo opinar, muy pocos han saltado a la palestra durante la época estival y, claro, pues opinar de lo que no tengo ni idea, pues no me ha gustado nunca. De hecho, siempre he sido mejor "escuchador" que orador (aunque cuando a mí me dan un micro suele ponerse a temblar el mundo). De todos modos, había uno acerca del que no podía evitar opinar.

Tengo la sensación de que los temas de los que yo opino son muy pocos y muy limitados y, de alguna manera, aunque lo considere lógico e, incluso, justo, no puedo evitar que me dé rabia porque soy así de ansioso y yo quiero saberlo todo y opinar de todo. Pero no opinar tontamente, no. Quiero ser experto en todo. Es algo que me ha pasado desde siempre y, sinceramente, creo que es un problema porque muchas, muchísimas veces me ha impedido centrarme en una sola cosa por miedo a abandonar otras que, igualmente, me resultaban igual de interesantes. Y, claro, he acabado haciéndolo todo al mismo tiempo con el consiguiente agotamiento y el posterior abandono de todo lo que había comenzado. Soy un desastre.

Y llega septiembre, nuevas alternativas, nuevos planes, nuevas motivaciones que, a bien seguro, si no me centro y elijo en condiciones no llegarán a buen puerto. Así que, mejor voy con calma, entro en septiembre con el pie derecho y no me dejo aturullar por este tiempo loco y sin cabeza que hace que lo mismo te pongas una camiseta que necesites una sudadera bien gordita a los cinco minutos.

Qué difícil es ser yo.

PD: Os debo visitas, comentarios, entradas acerca del viaje, de mi búsqueda y posterior desayuno con Antonia Romero en Praga, de mi genial encuentro online con Leo, de Peso Cero, y de mil cosas que ahora no me acuerdo, pero debéis perdonarme porque, aprendiendo de errores pasados, no quiero perderme en miles de cosas. Estoy completamente cegado por la novela (no me queda nada para llegar al final pero quiero saborearlo, que soy consciente de que siempre los precipito), me da la sensación de que era una idea que tenía desde siempre y que, de alguna manera, siempre había querido escribir esa historia que no sabía que existía. Y como soy así de egoísta me apetece disfrutarlo yo solito. No me odiéis mucho.