lunes, 27 de julio de 2009

En guiones

- Retraso tanto como puedo ponerle el punto final al borrador del Traficante de recuerdos. Voy por el último capítulo desde hace... ¡meses! Escribo una línea o un párrafo diario y me agoto, me da la ansiedad, me dan ganas de tirarlo, pienso en el trabajo horrendo de revisión y reescritura que me queda por hacer en cuanto lo termine y me entra la pereza. El verano es sinónimo de pereza. Y de calor. Joder, qué calor.

-En verano leo más. Es un hecho. Ya no solo tengo las horas libres de la sala de profesores o los pocos minutos por la noche (a veces solo leo una línea, pero es suficiente, no puedo dormir si no leo algo). Me ha vuelto a dar por la literatura juvenil (por muy en contra que esté de esta nomenclatura). Uno tiene que saber a qué se enfrenta y, por otro lado, disfruto tanto retrotrayéndome a la infancia y adolescencia que en la piscina soy un cangrejo que se convierte en Peter Pan. ¿La última? Los juegos del hambre (gracias, Uschtu, me ha encantado). Os la recomiendo. Ahora estoy con Estirpe salvaje de la amiga Montse de Paz. Ya hablaré de ella cuando la termine, no me gusta hablar de novelas que no he terminado porque las opiniones cambian a medida que uno avanza en las páginas.

-Me da por recordar demasiado a menudo aquel verano en el pueblo con mis padres, asqueado por tener que estar con ellos mientras leía Mort en la piscina con el walkman (¡todavía existían las cintas TDK de 90!) y Sheryl Crow de fondo. Lo odiaba y ahora no me importaría irme de vacaciones a esos recuerdos durante un par de días.

-Quiero escribir. Cosas nuevas. Pero hasta que no acabe El traficante de recuerdos no lo voy a hacer. No quiero mezclar estilos, que luego me hago la picha un lío. Y en verano no estamos para desliarla, que hay que usarla.

-Tampoco puedo escribir porque antes tengo que hacerle los cambios pertinentes a la novelita en manos del editor. Ya sé cómo hacerlos, pero tengo que ponerme. Qué pereza. Yo veo la escritura algo así como el arado de un campo. Cuando empiezas ves los resultados mucho más fácilmente. Una vez te metes en materia, parece que no avanzas nunca. Soy impaciente. Nadie es perfecto.

-Creo que me voy a ir a la piscina. Ea! A disfrutar!

martes, 14 de julio de 2009

Verano...

Que no postee no significa que no esté trabajando. De hecho, hace meses que quería comentaros algo pero soy demasiado supersticioso y me contaron tantas veces de pequeño el famoso cuento de la lechera que se me quedó enquistado, ahí, justo en la boca del estómago, donde las emociones se sienten mucho más intensamente y desde donde cumple su función, impidiendo que me eleve por encima de los edificios cual Peter Pan moderno y me mantenga con los pies sobre la tierra. Cosa que agradezco, porque tiendo demasiado a volar.

Pero, de todos modos, me he dado cuenta de que no puedo seguir así, con esta incomunicación excesiva. Mis miedos y reticencias me impiden hacer público cualquier avance, cualquier chorrada, por miedo a que se gafe y de ahí también el silencio.

El silencio, creo que es una de las cosas que me dan más miedo.

Pero, bueno, podemos hacer trampas al señor Murphy, esposo de la señora Gafe y contar un poquito, ¿no? Todo se solucionará con que yo olvide haber escrito esto y con que vosotros olvidéis haberlo leído. Fácil, ¿no?

Porque, sí, como ya os avanzaba en noviembre, parece que hay una editorial interesada en una de mis novelas. Y, sí, digo parece porque no me atrevo a decir nada hasta que no tenga nada firmado y sellado con cera.

La cosa se está alargando más de lo previsto debido a asuntos que dependen de mí y a asuntos que no son tanto de mi incumbencia: la fastidiosa crisis, las ventanas editoriales, que a fin de cuentas soy un desconocido y una editorial grande no deja de ser un negocio y debido a las circunstancias en las que nos encontramos, es mejor apostar por lo seguro... pero seguimos avanzando.

En enero hablé con el editor y me hizo varias sugerencias para la novela. Tengo que decir que acertó de pleno. La novela en cuestión era la primera infantil que escribía (y ya voy dando pistas) y no sabía muy bien cómo encajarla en un principio, qué podía poner, qué no, hasta dónde podía llegar y, la verdad, echando la vista atrás, puede que quedara un poco descafeinada. Así que las sugerencias del editor me vinieron de perlas para seguir trabajando en ella con un poco más de libertad.

Al par de meses creo que logré darle el enfoque que pedían y volvimos a enviársela cruzando los dedos, saltando a la pata coja con el pie derecho y cruzando los ojos también por si las moscas (con el consiguiente dolor de cabeza que da lo de ser bizco por un rato para un hipermetrópico -¿se dice así?- como yo).

Y volvieron a hacer un informe y volvieron a notar faltas, capítulos sobrantes y algo de incoherencia en dos personajes que, claro, con los cambios anteriores habían quedado un poco cojos.

La verdad es que lejos de incordiarme, que me hayan hecho nuevas sugerencias me ha motivado. Quiero decir, no sé, es un modo de trabajar diferente al que yo he llevado siempre, que me guío sobre todo por la intuición. Estoy aprendiendo muchísimo y le agradezco mucho al editor la paciencia, los consejos, el tacto... en fin, que sí, que sigo trabajando, que espero llegar a buen puerto y que, joe, estoy deseando poder deciros con letras de neón (para cuando eso ocurra seguro que hay una opción de blogger que permite ponerlas) que, por fin, la novelita se publica.

Mientras tanto, seguiremos trabajando porque es lo único que evita que la incertidumbre me coma las entrañas y mi futura hipoteca (si el banco dice que sí y el promotor inmobiliario no me ha engañado) se zampe mi hígado.