- Retraso tanto como puedo ponerle el punto final al borrador del Traficante de recuerdos. Voy por el último capítulo desde hace... ¡meses! Escribo una línea o un párrafo diario y me agoto, me da la ansiedad, me dan ganas de tirarlo, pienso en el trabajo horrendo de revisión y reescritura que me queda por hacer en cuanto lo termine y me entra la pereza. El verano es sinónimo de pereza. Y de calor. Joder, qué calor.
-En verano leo más. Es un hecho. Ya no solo tengo las horas libres de la sala de profesores o los pocos minutos por la noche (a veces solo leo una línea, pero es suficiente, no puedo dormir si no leo algo). Me ha vuelto a dar por la literatura juvenil (por muy en contra que esté de esta nomenclatura). Uno tiene que saber a qué se enfrenta y, por otro lado, disfruto tanto retrotrayéndome a la infancia y adolescencia que en la piscina soy un cangrejo que se convierte en Peter Pan. ¿La última? Los juegos del hambre (gracias, Uschtu, me ha encantado). Os la recomiendo. Ahora estoy con Estirpe salvaje de la amiga Montse de Paz. Ya hablaré de ella cuando la termine, no me gusta hablar de novelas que no he terminado porque las opiniones cambian a medida que uno avanza en las páginas.
-Me da por recordar demasiado a menudo aquel verano en el pueblo con mis padres, asqueado por tener que estar con ellos mientras leía Mort en la piscina con el walkman (¡todavía existían las cintas TDK de 90!) y Sheryl Crow de fondo. Lo odiaba y ahora no me importaría irme de vacaciones a esos recuerdos durante un par de días.
-Quiero escribir. Cosas nuevas. Pero hasta que no acabe El traficante de recuerdos no lo voy a hacer. No quiero mezclar estilos, que luego me hago la picha un lío. Y en verano no estamos para desliarla, que hay que usarla.
-Tampoco puedo escribir porque antes tengo que hacerle los cambios pertinentes a la novelita en manos del editor. Ya sé cómo hacerlos, pero tengo que ponerme. Qué pereza. Yo veo la escritura algo así como el arado de un campo. Cuando empiezas ves los resultados mucho más fácilmente. Una vez te metes en materia, parece que no avanzas nunca. Soy impaciente. Nadie es perfecto.
-Creo que me voy a ir a la piscina. Ea! A disfrutar!
-En verano leo más. Es un hecho. Ya no solo tengo las horas libres de la sala de profesores o los pocos minutos por la noche (a veces solo leo una línea, pero es suficiente, no puedo dormir si no leo algo). Me ha vuelto a dar por la literatura juvenil (por muy en contra que esté de esta nomenclatura). Uno tiene que saber a qué se enfrenta y, por otro lado, disfruto tanto retrotrayéndome a la infancia y adolescencia que en la piscina soy un cangrejo que se convierte en Peter Pan. ¿La última? Los juegos del hambre (gracias, Uschtu, me ha encantado). Os la recomiendo. Ahora estoy con Estirpe salvaje de la amiga Montse de Paz. Ya hablaré de ella cuando la termine, no me gusta hablar de novelas que no he terminado porque las opiniones cambian a medida que uno avanza en las páginas.
-Me da por recordar demasiado a menudo aquel verano en el pueblo con mis padres, asqueado por tener que estar con ellos mientras leía Mort en la piscina con el walkman (¡todavía existían las cintas TDK de 90!) y Sheryl Crow de fondo. Lo odiaba y ahora no me importaría irme de vacaciones a esos recuerdos durante un par de días.
-Quiero escribir. Cosas nuevas. Pero hasta que no acabe El traficante de recuerdos no lo voy a hacer. No quiero mezclar estilos, que luego me hago la picha un lío. Y en verano no estamos para desliarla, que hay que usarla.
-Tampoco puedo escribir porque antes tengo que hacerle los cambios pertinentes a la novelita en manos del editor. Ya sé cómo hacerlos, pero tengo que ponerme. Qué pereza. Yo veo la escritura algo así como el arado de un campo. Cuando empiezas ves los resultados mucho más fácilmente. Una vez te metes en materia, parece que no avanzas nunca. Soy impaciente. Nadie es perfecto.
-Creo que me voy a ir a la piscina. Ea! A disfrutar!
1 comentario:
Je, je, sé cómo te sientes. A mí me pasa que en verano la mente se relaja y se me ocurren un millón de ideas, y todas me parecen cojonundas, y quiero escribirlas todas pero sé que no voy a ningún sitio si tengo mil principios y no los desarrollo en algo más serio. Así que ahí ando, leyendo todo lo que puedo (qué gozada, llevarte el libro a la piscina y dejar que las horas pasen) y con un horario de escritura rigurosísimo que de momento no me he saltado ni un día. A ver si llega septiembre y me encuentra con algo terminado.
Disfruta del verano y no te agobies, que ya llegará septiembre para eso.
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