Hoy vengo reivindicativo. Sí, señoras y señores (por cierto, ¿estáis ahí todavía? Si seguís aquí, de verdad, ¡hay que tener valor!), porque pululando hoy en mi hora libre de clase por ciertos blogs me he encontrado con algún que otro comentario que, la verdad, no es que no me haya hecho gracia, que ya sabéis que uno tiene un humor muy sui géneris y se ríe por todo, sino que me ha dejado un poco confuso... confuso porque, vamos a ser sinceros, yo también tuve mi época de pensar igual que la persona que hizo ese "algún que otro comentario".
¿Y qué comentario es ese? Os preguntaréis (probablemente no, pero es que es para darle efecto a la cosa). Pues en realidad es una tontería, pero a mí me ha dejado pensando. Veréis, una persona ha dicho que tiene unos prejuicios muy asentados contra los escritores españoles porque no le atrae una historia cercana a sí misma, que prefiere leer historias que suceden en lugares lejanos...
No sé, yo me he quedado así, con los ojos y la boca muy abiertos hasta que me ha entrado una mosca, he estado a punto de atragantarme y de morirme de asco y entonces he cerrado la boca y la mosca se me ha quedado dentro del cerebro y, probablemente, dentro de nada ponga huevos y yo pase a ser el protagonista involuntario de una película malísima de serie B por lo menos. Una película de serie B sin presupuesto, para más INRI.
En fin, lo dicho, al principio me ha dado por cabrearme ante el comentario porque, no sé, pensemos, de cinco novelas que he escrito yo, tan solo dos, la primera y la segunda, transcurren en un entorno, llamémosle, familiar. El resto... pues el resto, la verdad, entre lugares inexistentes, Londres, París y Venecia y más lugares inexistentes, pues la verdad es que creo que tengo cubierto el cupo de escribir acerca de historias que suceden en lugares lejanos... Y luego está lo de acordarme de otros compañeros escritores que, no sé, vamos, que tampoco escriben sobre lugares cercanos y, ¡oh, dios mío! incluso escriben acerca de gente con otra nacionalidad (¡PERO QUÉ SACRILEGIO!) o, peor aún, acerca de (es que esto, en serio, es que esto me parece tal atropello que no sé si decirlo...) GENTE DE OTRO TIEMPO Y DE OTRAS REALIDADES Y DE OTROS PAÍSES QUE AHORA NI SIQUIERA EXISTEN.
¡Dios mío! ¡Que alguien llame a la policía literaria, por favor! ¡YA!
Bien. Es que estoy un poco hartito de que muchos lectores se piensen que los escritores españoles (por cierto, todavía sigue dándome mucho pudor incluírme en este grupo, pero mi loquero terapeuta me ha dicho que si no quiero sufrir un desdoble de la personalidad, que mejor comience a hacerlo para ver si, así, en un par de siglos acabo por creérmelo) solo escribimos de realidad en España o, peor aún, solo escribimos de la Guerra Civil.
Claro que yo tengo una teoría que dice que en España nadie te considera escritor o cineasta hasta que no has escrito una novela o has hecho una película sobre la Guerra Civil, pero eso es otra historia.
No sé, poniéndome benevolente, pues imagino que esta persona solo ha leído los libros en español que le mandaban en el instituto. Porque, seamos un poco serios. ¡Cuánto daño ha hecho la asignatura de literatura española para la literatura española! Porque, no sé, al menos a mí es que solo me mandaban leer novelas realistas del tipo La Colmena, La Familia de Pascual Duarte y ese tipo de cosas y, claro, acabas por creer que la literatura española es, sobre todo, terruñera, realista, deprimente y postguerrera (¿existe esta palabra? ¿No? Pues debería. ¡Señoras y señores de la RAE, pásense por aquí!).
Porque, sí, sé de lo que hablo, que yo estudié filología inglesa por su literatura, porque no me gustaba nada de nada pero nada de nada de nada de nada de nada (y podría seguir así siglos, pero se me cansa la mano) la literatura española gracias a los libros que me obligaban a leer en clase.
Así que creo comprender a esa persona que ha hecho el comentario porque, bueno, a fin de cuentas ha admitido que se trata de un prejuicio.
Pero qué pena, los prejuicios hacen tanto daño. Esta persona, por poner un ejemplo, jamás se atreverá a leer Mitología de Nueva York de Vanessa Montfort, por ejemplo. O tampoco leerá El Mapa del tiempo o El Mapa del cielo de Félix J. Palma. O tampoco querrá leer, no sé, El Ciclo de la luna roja de Cotrina... como si, no sé, los que escribimos en español y encima somos españoles no pudiéramos conocer otras culturas y escribir acerca de ellas.
Incluso de las que no existen y nada tienen que ver con nosotros.
¿Sabéis? Hoy llevo cinco cafés en el cuerpo y creo que he escrito esta entrada en cinco minutos. ¿Se me nota? Ahora os dejo, que voy a tirarme por el balcón. Seguro que vuelo.