No debería poner títulos tan genéricos a mis entradas porque luego pasa eso de que entra alguien a mi blog buscando maneras de matar a su suegra (verídico). Y también sé que no debería tardar tanto en escribir pero, ah, señoras y señores, ha vuelto.
¿Quién ha vuelto? Pues esa señora (porque yo me la imagino como una señora) que me trae moquitos, y fiebre, y malestar general y que se combate con pastillitas que hacen que Fer entre en un estado semi-catatónico en el que ve elefantes de colores.
(¿Dar clase a la ESO con afonía y dolor de garganta? Lo más bonito que me ha pasado nunca. Os lo recomiendo a todos. Sobre todo a aquellos a los que odio con pasión)
Pero no puedo permitirme estar enfermo. No. Mañana es uno de noviembre y desde el 2004 el uno de noviembre --aparte de por el atracón de buñuelos de crema y de huesos de santo-- se lleva caracterizando por ese cosquilleo de anticipación en el momento en el que comienzas una nueva novela, que es casi como comenzar una nueva vida.
Aí que, al final, después de muchas disquisiciones, agobios, dudas y demás, empezaré El traficante de recuerdos, que va muy en consonancia con la última novela que he escrito en cuanto a temática y creo que, así, me será más fácil.
No me esperéis levantados, nos vemos el día treinta de noviembre.
(Aunque seguramente será antes, porque durante este mes se pasa por tantos estados psicológicos, emocionales y viscerales, que en algún sitio aparte del wc tendré que venir a descargarme).
¿Quién ha vuelto? Pues esa señora (porque yo me la imagino como una señora) que me trae moquitos, y fiebre, y malestar general y que se combate con pastillitas que hacen que Fer entre en un estado semi-catatónico en el que ve elefantes de colores.
(¿Dar clase a la ESO con afonía y dolor de garganta? Lo más bonito que me ha pasado nunca. Os lo recomiendo a todos. Sobre todo a aquellos a los que odio con pasión)
Pero no puedo permitirme estar enfermo. No. Mañana es uno de noviembre y desde el 2004 el uno de noviembre --aparte de por el atracón de buñuelos de crema y de huesos de santo-- se lleva caracterizando por ese cosquilleo de anticipación en el momento en el que comienzas una nueva novela, que es casi como comenzar una nueva vida.
Aí que, al final, después de muchas disquisiciones, agobios, dudas y demás, empezaré El traficante de recuerdos, que va muy en consonancia con la última novela que he escrito en cuanto a temática y creo que, así, me será más fácil.
No me esperéis levantados, nos vemos el día treinta de noviembre.
(Aunque seguramente será antes, porque durante este mes se pasa por tantos estados psicológicos, emocionales y viscerales, que en algún sitio aparte del wc tendré que venir a descargarme).